(“Mientras me quede voz no han de callar mis muertos”, Marisa Peña)
La Real Academia Española describe JUSTICIA como una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. A eso nos referimos.
Responsables que jamás han tenido la valentía de confesar, que pretenden pasar a la historia escudados bajo méritos adquiridos en otras etapas de sus vidasÖ Pactos de silencio. Intentos de que prescriba algo que es de lesa humanidad. Negación. Mentiras. Falsas lealtades. Personas a quienes les ciega la amistad, dando espaldarazos a lobos disfrazados de oveja.
¿Cómo puede un hijo olvidar a unos padres arrebatados a destiempo? ¿Se puede desechar el recuerdo de un abuelo a quien nunca tuviste oportunidad de conocer? ¿Y qué hay de aquel tío, de quien sólo queda alguna fotografía en blanco y negro, que con veinte años nunca regresó y cuya madre murió llorándolo?
No podemos ni queremos olvidarlos. No es justo, ni ético, ni humano pedirnos que dejemos el pasado a un lado. Ni en República Dominicana, ni en España, ni en Argentina, ni en ningún lugar del mundo. ¿Es posible cicatrizar una herida que no se ha permitido curar?
Conocer una verdad histórica sana e ilustra. No reabrimos heridas; tratamos de cerrarlas mediante la verdad, en búsqueda de una reconciliación.
Nos negamos al ostracismo, porque tenemos el derecho de contar la historia de los nuestros, que ya no pueden hacerlo. Porque tenemos el deber de no olvidar. Porque la reparación nunca existirá mientras los responsables se burlan e incluso niegan lo evidente. Sus nombres no pueden permanecer impolutos, es injusto.
El 18 de junio de 2013, en la puesta en circulación del libro La verdad de la sangre, la criminóloga y co-autora del mismo Eva Álvarez pronunciaba lo siguiente en su discurso: “Cambian los nombres, cambian los países, pero una y otra vez se suceden las mismas historias”. Estamos hablando de memoria históricaÖ y esta debería ser sagrada.
Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, dice que sólo una sociedad que sepa cómo recordar al unísono sabrá cómo respetar la dignidad de la diferencia. Eso queremos hacer. Por tanto clamamos “que no se lleven la memoria” .
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