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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

martes, 18 de septiembre de 2018

Las heridas abiertas de Chile


Marcela Cabezas.
A propósito de la conmemoración del 11 de septiembre en Chile que inauguró la dictadura militar más longeva experimentada en los países latinoamericanos mucho se ha dicho pero aun queda mucho por develar, el dolor de las familias que reclaman a sus familiares desaparecidos al tiempo que los juicios jurídicos resultan irrisorios frente a la magnitud del descalabro constitucional y la violación masiva de derechos humanos durante la dictadura en el país austral.
Detenerse a observar la estatua de Salvador Allende –reducida a propósito respecto a la de otros magnánimos próceres- cubierta de flores, de poemas y de múltiples fotos de víctimas y presos políticos a 45 años de la toma del poder por parte de Augusto Pinochet, invita mucho a reflexionar en la línea ¿en qué momento un gobierno de facto elimina a uno legítimamente constituido?, y ¿qué queda por dilucidar  tras la abrupta experiencia en un país que parece no incomodarle tal desatino?
  En términos prácticos, Chile posee una economía estable respecto a países vecinos, más tal “privilegio” oculta hechos políticamente correctos que conminan a cuestionar acerca del ejercicio del poder mismo bajo la consigna estabilidad y orden en relación con el lugar del hombre como ser humano, desencantado y, por qué no, desposeído.     Además de la palpable polarización política en Chile, la presencia de marcados sectores civiles que ahora a todas luces ilustran un escenario reticente a la aceptación de los hechos que han moldeado lo que hoy por hoy es este país marginado –en la expresión de algún chileno que reflexionaba un tanto de su país con copa de vino en mano-   de geografía accidentada e históricamente caracterizado por el conflicto con sus homólogos (caso de la guerra del Golfo con Perú, y el apoyo a los británicos en el conflicto por las islas Malvinas, etc.) permite calificarle de un país políticamente especial.  
   El ascenso de gobiernos de corte militar y autoritario en buena parte de Latinoamérica en la década del setenta y ochenta no es cosa del tercermundismo, también el primer mundo se vería signado por el franquismo en España y el gobierno de Benito Mussolini en Italia por citar algunos ejemplos, por lo que la toma del poder político por parte de militares da cuenta de que se trata de un fenómeno social complejo que signó  ampliamente la estructura de la democracia moderna en diversos puntos geográficos.
  De entre ellas, el caso del gobierno de la junta militar en Chile en cabeza de Pinochet resulta paradigmático, no solo porque perpetuarse diecisiete años en el poder evidencia el fino propósito de implantar la consigna de estabilidad y orden para combatir el desorden fruto del proyecto de actores sociales y políticos a sistémicos, siendo el inicio el homicidio del presidente Salvador Allende dentro del palacio de la Moneda (sede del gobierno popular y constitucionalmente electo) el evento que refleja la radical resolución de “devolver la democracia al país” a fuego,  sino también porque 45 años después del desmantelamiento del gobierno militar en línea con la transición democrática en la década del noventa, es mucho lo que pervive aún, particularmente en el lugar que ocupa el chileno como ciudadano, y  la concepción identitaria del mismo.
    Palabras más, palabras menos se conserva muchísimo de la doctrina pinochetista aun, y por ende del culto al legalismo que tal líder logró plasmar con bastante éxito en un plano; por el otro el recurso a recordar a las víctimas de la dictadura, entre ejecutados, presos desaparecidos y exiliados invita a una reflexión momentánea, que más allá de la representacion simbólica no ha tenido -y difícilmente tendrá alguna atención o un juicio justo y contundente-. Por tal, hablar de la dictadura y la ley del orden y progreso en Chile no deja de despertar sentimientos encontrados, y, a lo sumo, intereses innegociables.
     En Latinoamérica la experiencia del autoritarismo a través de la aplicación de juegos coercitivos afecta tanto a los arreglos institucionales como a la cultura política misma, en palabras de Alain Rouquie (1) aquellas cuasi-democracias surgidas posterior a la junta militar tiene como objeto mantener la técnica de acceso al poder por medio de las elecciones por un lado, e ignorar al Estado de derecho y a las minorías por el otro, siendo el síntoma principal la imperfección de los sistemas políticos, el déficit del poder público y la precariedad institucional, característica casi lineal en estos países a la actualidad.
   De manera general, dos aspectos hacen de la dictadura militar en Chile un acontecimiento histórico que impacta profundamente en la contemporaneidad. Si bien es cierto Allende asumió las riendas del país en 1970 hasta su muerte en 1973 con el propósito central de promover una serie de reformas con miras a una economía de corte socialista a tono con los trabajadores y sindicatos que le apoyaban en ese entonces, el general Pinochet por su parte, también tenía claro cuál era su misión en la jefatura del país : eliminar el comunismo y crear un nuevo orden económico en Chile a través del experimento con los chicago Boys,   https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/09/130906_chile_11_septiembre_golpe_ experimento que a la actualidad moldea la lógica económica del país, y a su vez hereda reticencia a la posibilidad de implantarse un gobierno de corte comunista-socialista.
    Lo primero evidencia el enfrentamiento total de dos modelos política y económicamente radicalmente opuestos (Estado benefactor/Estado neoliberal) que en la pugna desigual y tras hacerse el primero con el apoyo de actores claves y poderosos como lo fue Estados Unidos sale triunfante tras una tensión violenta e ilegítima, respondiendo por supuesto a un propósito puntual como lo es la aplicación de la doctrina neoliberal rampante en buena parte del globo a la actualidad.
  En cuanto a lo segundo y posterior al tránsito a la democracia en el país, se puede inferir que tiene mucho que ver el poco protagonismo de los gobiernos de tipo progresista-izquierda con Ricardo Lagos y Michele Bachelet tras los escándalos de diversa índole que rodearon sus administraciones, posteriormente el regreso de la derecha en cabeza de Sebastián Piñera electo al día de hoy, evento que sin duda apoya la tesis de que bien o mal la institucionalidad de la derecha y ultraderecha funciona, ¡y más vale malo conocido que lo bueno por conocer! El transito a la democracia del país pasa entonces por los acuerdos programáticos de candidatos y partidos políticos como el de la Concertación, situándose ahora en una ciudadanía que empieza a dar la lucha en las calles, caso de las feministas que parecen tomar vuelo aunadas a los trabajadores previos a la dictadura.

  Por último,  preguntar sobre cuales son los aspectos identitarios del chileno(a) de a pie hoy arroja más incógnitas que respuestas. Será como lo mencionó el escritor chileno Alejandro Zambra  “[…] somos hijos de una generación expuesta a la transformación tácita del deterioro de un país que no podría aun calificarse como democrático, al tiempo que miembros (nosotros) de una generación sin historia nos queda aun la tarea de avistar un mañana posible, uno que sea escrito sin el temor del 
delato, de la detención, del exilio y de la muerte […]” (2).
Aunque suele considerarse que la irrupción a la democracia por gobiernos militares y autoritarios fue un mal necesario, cabría ponerse en el papel de las familias que hoy tras cuarenta y cinco años de la caída del también telón de acero (en alusión a la disolución de la URSS) siguen clamando por el paradero de padres, esposos e hijos de parte y parte, sin obtener respuesta alguna, e insatisfacción tras los juicios irrisorios hacia figuras militares claves. A lo sumo, considero que en tal descalabro democrático se presumen sospechosos tanto los que dominan como los dominados; los primeros por abusar de su posición privilegiada, y los segundos por supeditarse vacuamente al ejercicio del poder político de la junta militar, manifiesto esto en las opiniones del ciudadano medianamente burgués que hoy alardea de la estabilidad económica de su país – a diferencia de Venezuela, Haití, Perú, y Colombia de donde proviene la mayor parte de emigrantes que ocupan trabajos diversos derredor del Gran Santiago-, otrora demarcado por el despliegue de tanques, patrullas, y el ejército del terror con el objeto de eliminar al enemigo interno; cenit del ejercicio político despótico, y de la consecución de intereses económicos para mantener el visto bueno de “alguna” potencia extranjera.   


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