No, no es otra novela sobre el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, pero sí aparece en ella como personaje clave, como lo fue durante los más de 30 años que gobernó la isla y en los que influyó en el cambio de destino de la geopolítica de Centroamérica y el Caribe. Esta novela sobre dictadores nos recuerda Conversación en la Catedral o la más reciente La fiesta del Chivo, por supuesto; inclusive algunos pasajes sobre los militares en formación pueden hacernos recordar La ciudad y los perros, y hasta un episodio de un cadete con apego a la justicia social también nos lleva a la Historia de Mayta, pero lamento decir que esa prosa embriagadora del nobel peruano ya no es lo que fue. Es una buena novela, incluso contada casi que a manera de ensayo, con muy pocos diálogos, que los hay, pero que claramente está por debajo de obras maestras de este escritor que parece haber dejado los últimos restos en El sueño del celta, en donde ya se le veía que perdía un poco ese toque con el que nos cautivó a muchos. Ya en Cinco esquinas, la novela sobre la prensa chicha y Montesinos, cayó bajo. Tiempos recios está un poco mejor. Para mi gusto, es un pasaje para conocer la historia de las dictaduras en Guatemala, para acercarnos a personajes clave de la historia centroamericana y el Caribe, de entender cómo fue que los Estados Unidos se metió de lleno a cambiar la realidad política de esta región por su miedo, infundado en el caso guatemalteco, a ese monstruo que recorría el mundo: el socialismo. Escuchar las invenciones sobre ese enemigo que venía de la URSS es leer con miedo a todos esos seguidores irracionales de ciertos personajes hoy en Latinoamérica y, particualrmente en Colombia, que hablan del castrochavismo o del socialismo como una plaga, cuando alguien simplemente decide reclamar un derecho justo o cumplir los acuerdos de paz. El presidente Jacobo Árbenz solo quiso seguir el modelo estadounidense para su programa de Gobierno, hacer propietarios y desarrollar el capital privado, pero para eso tuvo que tocar a la mal recordada United Fruit Company y esa fue su perdición; pues los estándares para las compañías estadounidenses en su país, resultan muy ambiciosas si quien intenta ponerlas en cintura es una pobre nación latinoamericana. Con esas locuras lo que hicieron los sucesivos gobiernos estadounidenses fue sembrar el sentimiento antiyanqui por todo el continente. Lo mejor del libro viene Después, así se titula una especie de epílogo en el que el autor relata su encuentro con Marta Borrero, amante del dictador Carlos Castillo Armas, la famosa Miss Guatemala, un personaje clave en la historia de ese país y quien en estas últimas páginas relata cosas que contradicen situaciones y personajes novelados por Vargas Llosa en la obra. Allí sí aparece de nuevo el narrador, seguramente atravesado por el impacto que le produce esta viejecita en la que alcanza a intuir el volcán que logró ser y que puso a su servicio a muchos hombres, una mujer ruda que lo despide con una amenaza: "No se moleste en mandarme su libro cuando salga, don Mario. En ningún caso lo leeré. Pero, se lo advierto, lo leerán mis abogados". Maravilloso final. En frases * Lo nuestro no es amor, sino complicidad. No nos unen el sexo ni el corazón, sino la sangre. Es el vínculo más fuerte que puede haber entre un hombre y una mujer. * (Árbenz) no había sido comunista, sino un hombre incauto, que solo quiso traer el progreso, la democracia y la justicia social a su país. * En cuanto al Servicio de Inteligencia Militar, no sé nada. Pero es imposible que desaparezca, de él depende la supervivencia de cualquier gobierno, sea quien sea el presidente. * Nuestro desgraciado país. Que ha caído en el caos de la democracia, vendiéndose a los Estados Unidos, algo que, a la corta o a la larga, solo servirá a los comunistas. * Solo sabía de torturas, de bombas, de espiar y matar. ¿Quién lo iba a contratar en Europa para esos menesteres?
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