Ines Aizpun.
El ex presidente de El Salvador Elías Antonio Saca dio ante un juez una explicación de cómo robó desde el poder durante los años de su mandato. Saca, que antes que político fue empresario y periodista, pactó así una condena a diez años, esquivando la de treinta que contempla el código penal salvadoreño para estos casos...
Quizá para la población que los padece los casos de corrupción pública se ventilan muy lentamente, pero en los últimos años la clase política del continente está más vigilada, encausada, juzgada y condenada que nunca.
Lo triste del caso es que la corrupción no es tan difícil de perseguir si la Justicia se lo propone y la población coopera. La confesión de Saca revela unos métodos muy parecidos a los revelados por Odebrecht y a los que cualquiera que esté cerca de un funcionario delincuente ve: favores, comisiones, cuentas de terceros, compras innecesarias, gastos de viaje, sueldos a familiares...
La corrupción existe y se extiende porque la tolerancia en la sociedad es tan escandalosamente alta como entre la clase política. Es una tolerancia interesada pero también provocada por la necesidad o la ignorancia. ¿Es corrupción colocar a un familiar? Claro que lo es, pero cualquiera diría que “no se debe dejar pasar necesidad a la familia”. ¿Entendemos bien el conflicto de interés los periodistas? No, evidentemente no, “pero hay que vivir”. ¿Cobrar una comisión por otorgar un contrato o agilizar un permiso es corrupción? Sí, pero siempre ha sido así, “y si no, no se logra nada”.
Vivimos pegados a la corrupción, inmersos en muchos de sus tentáculos. No todo es Odebrecht, la corrupción continua de baja intensidad hace tanto daño como la escandalosa.
IAizpun@diariolibre.com
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