Como Stalin, Hitler, Mussolini y Franco trataron a las mujeres que les rodearon durante su vida tiene una continuidad clarísima en sus dictaduras, en opinión de Rosa Montero, autora de "Dictadoras. Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia".
Madrid, 18 dic.- La forma en la que dictadores como Stalin, Hitler, Mussolini y Franco trataron a las mujeres que les rodearon durante su vida tiene una continuidad clarísima en sus dictaduras, en opinión de Rosa Montero, autora de "Dictadoras. Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia".
Publicado por Lumen, el libro es un "volcado" del programa de televisión que Rosa Montero rodó hace tres años junto al productor argentino Eliseo Álvarez.
"Me pareció una gran idea, ya que no solo era hablar sobre sus esposas sino sobre las mujeres que les rodearon, madres, hermanas, amantes, y de cómo trataba esa dictadura a la mujer", comentó la autora durante una entrevista con EFE.
El estudio de estas mujeres permite ver "de una manera perfecta y distinta lo que es una dictadura. Hay una continuidad perfecta en cómo tratan a las mujeres y en sus dictaduras. Mussolini decía cosas como que el pueblo y las mujeres están hechos para ser violados, y era literal pues él era un violador".
Rosa Montero ha contado con destacados historiadores como David Solar, Luis Reyes, Carlo Caranci, Paul Preston o Juan Carlos Losada para elaborar un estudio "muy interesante y colectivo" que cuenta cosas "muy poco conocidas y muy reveladoras".
La intención a la hora de llevar este trabajo a un libro fue volcar los capítulos tal y como se emitieron. "Todo está transcrito como tal. Yo no lo hubiera escrito con este estilo, porque no es mi estilo, pero creo que es una obra fascinante".
Al enfrentarse a las mujeres de los cuatro dictadores europeos, Montero parte de la base de que "Franco es de otra liga completamente distinta. Los otros son tremendamente mujeriegos, incluso Hitler que tenía problemas sexuales. Cultivaban además la mitificación de la mujer hacia ellos, como uno de los registros con los que podían imponer su fuerza socialmente".
Estos "psicópatas" utilizaban a la mujer como si fueran "fans enloquecidas de un cantante". Hitler, por ejemplo, ocultó a Eva Braun para no decepcionar a sus fans.
Stalin, Hitler y Mussolinni tuvieron muchas enamoradas personales, fueron muy mujeriegos y, en realidad, no prestaron ninguna atención a las mujeres, las utilizaban para sus fines: "Fueron unos psicópatas incapaces de ver al otro".
Otra condición de los tres dictadores, según Rosa Montero, "es que son medio pedófilos. Les encantan las niñas pequeñas", como demuestra el hecho de que Stalin tuvo hijos con una niña de trece años, mientras que Hitler y Mussolini tuvieron relaciones con menores.
"Fíjate si serán perversos que a todos ellos les han perseguidos mujeres que se han suicidado o se han intentado suicidar, lo que refleja el tipo de relación que establecían con ellas", declaró la autora.
Frente a los anteriores se sitúa Franco, un hombre "absolutamente cero mujeriego, un meapilas. A diferencia de los otros, no va de hombre carismático sino de invisible, de que no le vean. Es un hombre que fue maltratado por su padre de pequeño, que había hecho el ridículo en la escuela, que todo el mundo se reía de él con su voz aflautada. Era un renacuajo".
También, al contrario de los demás, su mujer tuvo una importancia capital en la vida de Franco y en la dictadura. "Yo creo, y Paul Preston avanza la teoría, que tal vez sin la existencia de Carmen Franco no hubiera llegado a ser dictador. Ella impulsó su ambición como para vengarse de todos los oprobios recibidos".
Otro de los aspectos interesantes que se revela en las páginas de "Dictadoras" es el que se refiere a las madres de los protagonistas. "Stalin tenía una madre imponente; Franco estaba completamente entregado a su madre, una madre doliente, y la de Hitler era la típica madre mimosa".
En Mussolini es menos evidente, "pero son gente que no han tenido una madurez normal. Son narcisos incapaces de reconocer al otro como otra persona con derechos, y eso creo que viene de una etapa en la que no han terminado de crecer; en cierta manera, esa mitomanía materna tuvo la culpa".
Entre estas mujeres, Rosa Montero considera especialmente interesante "y trágica" a Nadia, la segunda esposa de Stalín.
"Hija de comunistas, a la que conoció pequeñísima, enseguida la hizo su amante. Era inteligente, muy pura en sus ideales y la única que realmente se intentó enfrentar a Stalin en momentos en que nadie le criticaba. Finalmente, se suicidó en un día en que como otros muchos lo más seguro es que él la había pegado".
Rosa Montero considera también fascinante la figura de Margherita Sarfatti, notable intelectual amante de Mussolini, de origen judío "y eminencia gris del fascismo, que, cuando el Duce implantó las leyes antisemitas, tuvo que salir del país".
Frente a estas mujeres, la autora sitúa a Carmen Polo, "mujer tremenda que la única cosa agradable que hizo fue enfrentarse a Millán Astray para defender a Unamuno".
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