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domingo, 1 de diciembre de 2013

Las pasiones de los dictadores

Tocan el violín, pintan cuadros, escriben novelas. Muchos dictadores han cultivado en la intimidad una faceta artística al mismo tiempo que castigaban y reprimían a la población. Una dualidad inquietante, que ahora sale a la luz en un libro


Las pasiones de los dictadores

Detrás de cada dictador hay un artista fracasado”. Es la tesis del escritor italiano Errico Buonanno, que acaba de publicar un libro, Il sindrome di Nerone, que ha generado mucha polémica. El autor ha investigado el lado más solar de los políticos más oscuros y ha descubierto que una gran mayoría de ellos cultivaba, a veces públicamente, otras veces en la intimidad, un hobby, una pasión artística, una afición. “Para dar leyes sabias a un pueblo y dominar las masas hay que ser también un poco artistas”, ya dijo Benito Mussolini, que presumía de tocar el violín.
Hay quien se deleitaba con el pincel, otros con el bolígrafo y el papel en busca del lirismo poético y los más atrevidos se consideraban maestros de cine. Con talentos muy discutibles. ¿Formaban estos hobbies parte de la estrategia de seducción para alcanzar o mantenerse en el poder? “Las inquietudes que los políticos tienen en temas ajenos a la política sí que pueden influir positivamente en el cerebro del ciudadano. No se trata, por supuesto, de que un determinado interés artístico vaya a provocar en sí mismo el voto del elector ni que vaya a eliminar el rechazo hacia un dictador. Nada de eso. Pero sí se trata de un matiz que introduce una variable que tiene su importancia para el elector: la personalidad del candidato o gobernante”, explica Daniel Eskibel, experto en psicología política, profesor del máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política de la Universidad de Salamanca, y autor del libro Por qué no te votan (y por qué sí).
En efecto, según Eskibel, “el detalle artístico, cultural o deportivo le da una nota de color a esa personalidad, le proporciona un detalle que lo humaniza, lo acerca y lo hace más recordable”. En este sentido, no deja de ser llamativo que los tiranos también mostraran en sus pasiones culturales algún lado hasta infantil, amable o inocente (por ejemplo, a Hitler le encantaba Blancanieves, a Mussolini El Gordo y el Flaco y a Idi Amin Dada, el general presidente de Uganda, Tom y Jerry). La estrategia, en todo caso, sale a cuenta. Porque se ha comprobado que cuando el déspota muestra inquietudes culturales, entran en juegos factores neuronales muy potentes. “Es sabido que el cerebro humano funciona en base a redes de elementos que se interconectan unos con otros: imágenes, recuerdos, fantasías, deseos. La preferencia literaria o musical o cinematográfica o pictórica o deportiva del político, si se hace muy notoria, permite que ese político integre no solo las redes asociativas vinculadas a la ideología política, sino también las redes más personales del votante, las que afectan a sus preferencias”, sostiene Eskibel.
Por ello, presumir de habilidades en ciertas disciplinas ejerce una particular fascinación. “La música, por ejemplo, tiene una enorme potencialidad para despertar emociones y para construir estados de ánimo. Si, por ejemplo, el ciudadano percibe que el político disfruta de la misma música que él, entonces supone que concibe la vida de la misma manera. Y ese sentir es muy fuerte. El deporte es otro caso interesante, ya que despierta pasiones y hasta cierto sentido tribal muy primario e irracional. Y si la persona comparte esa especie de tribu con un político, pues de hecho se sentirá mucho más cerca de él”, afirma este experto.
Gustav Bychowski, autor del manual Psicología de los dictadores subraya: “La sumisión al dictador se apoya en el proceso de identificación de sus súbditos y discípulos con la persona del líder. Para ellos el dictador es como la encarnación de sus propios ideales y deseos, la realización de su propio resentimiento y su propia grandeza. El dictador dirige las masas mediante la fuerza de sus sugestiones. Semejante en esto a un artista”. Poco importa, como escribe Errico Buonanno, que esta actividad creativa, cuando se plasma en manifestaciones artísticas, sea de calidad. Entre otras cosas porque, desde su altar, estos iluminados siempre han contado con el apoyo de una legión de aduladores. “Estos líderes son unos novatos compulsivos. Sólo quieren enriquecer su propia biografía y se basan en la cantidad: escribiendo, pintando, sólo tienen como objetivo engordar su currículum y hacer, de su vida, la más sublime de las obras totales”.
Porque, una vez en el poder la faceta artística y el hobby sirven sobre todo como herramienta de propaganda. Desde libros escritos en primera persona que se convierten en textos escolares, hasta documentales y películas y autocelebrativas, los déspotas no dudan en aprovecharse de la cultura para difundir su idea y alimentar el culto a la personalidad. Como reconoció una vez el ex presidente italiano Sandro Pertini, “Ojalá Hitler hubiese tenido talento y hubiese seguido con la pintura. Habría sido mejor para la humanidad. De la misma manera, habría sido mejor que Mussolini se hubiese dedicado a rasguear el violín. Hitler, al final, sólo pintó con sangre”. A continuación, los casos más llamativos.
Francisco Franco “Cada tarde después del café se encerraba un ratito a pintar. Era un gran dibujante”. Así lo afirma su nieto, Francisco Franco Martínez-Bordiu. “Algunos de sus cuadros eran copias de otros famosos, había algún retrato de mi madre, un autorretrato... No eran excepcionales, pero sí de una calidad y un realismo casi inalcanzables para la mayoría de aficionados a la pintura”. Ha conseguido reunir 15 lienzos de su abuelo y los ha reunido en un libro, La naturaleza de Franco (La Esfera de los Libros).
En abril de 2006 salieron a subasta tres óleos supuestamente pintados por Franco durante su estancia en Marruecos, unos paisajes africanos, bajo el seudónimo de Gironés, a un precio de salida de 9.000 euros cada uno. Según Ramón García, director de Arte, Información y Gestión, la empresa que los sacó a subasta, en el precio de tasación de las obras se tuvo en cuenta “el valor del personaje más que el valor artístico de los óleos”. Al final fueron retirados, porqué la familia negó que los cuadros fueran pintados por él.
Según el nieto del Generalísimo, el responsable de que Franco se diera a la pintura en sus ratos libres fue su médico personal y amigo Vicente Gil, preocupado porque su paciente no se estresara demasiado y mantuviera algún espacio para la distracción. Franco dejó la pintura tras el accidente de caza que sufrió la Nochebuena de 1961, que le afectó la movilidad de la mano izquierda. Aunque detrás de la decisión también influyó la muerte, en 1960, de Fernando Álvarez de Sotomayor, director el Museo del Prado y su mentor artístico, que, al parecer, le habría ayudado a retocar muchas de sus obras.
Asimismo, Franco publicó una novela, Raza, escrita bajo el seudónimo Jaime de Andrade. Se estrenó en 1941 una versión cinematográfica dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y con guion técnico del mismo director a partir del argumento del libro. La ideología del régimen era evidente. Así describe a los guerreros elegidos, los más representativos de la raza española: “Firmes en la pelea, ágiles y decididos en el maniobrar”. Aunque su primera obra literaria fue Marruecos, diario de una bandera (1939), donde relataba el día a día de los africanistas.
Adolf Hitler “Tenía 12 años. Y un día entendí con toda claridad que quería ser pintor”, cuenta el Fürher. Hitler intentó dos veces entrar en la Academia de Bellas Artes en Viena. Pero no pasó el examen. “En la escuela técnica era el mejor dibujante de mi clase. Desde entonces, mi habilidad de se había perfeccionado. Estaba tan convencido de mi éxito que el suspenso fue algo totalmente inesperado”. La vida al final le llevó por otros derroteros. Difícil saber si este fracaso contribuyó a alimentar un gran rencor que se reflejó en su posterior carrera política. Lo que es cierto es que Hitler intentó cultivar esta afición todo el tiempo que pudo. Es de pocas semanas la noticia de que el Fürher coleccionaba obras de arte, hasta 1.500 lienzos, que había requisado durante la guerra: Picasso, Matisse, Renoir y Chagall. En cuanto a su producción personal, en el 2008 se recuperaron un boceto de Pinocho, dibujos de Blancanieves y de dos enanos de Disney. Richard Westwood Brookes, experto de la casa de subasta Mullock, en el 2009 organizó una venta de paisajes y flores pintados por el líder nazi. “Como obras de arte, evidentemente no estamos en los niveles de Picasso”, dijo. Los 15 lienzos fueron vendidos a más 107.000 euros.
Benito Mussolini Su hijo Romano fue un notable pianista jazz. En su libro de memorias cuenta que: “Mi padre amaba la música clásica, la lírica en particular y era amigo de cantantes célebres. Le gustaba que yo le acompañara en La viuda alegre con el piano, mientras él tocaba el violín”. Al Duce le habría gustado ser un aclamado compositor . “Me gustaría ser músico para fundir en un único canto, en un único himno, todas las voces y los pálpitos del universo”, afirmó una vez. Promovió festivales de renombre e hizo de esta arte un hábil instrumento de propaganda (“el fascismo es como una gran orquesta, en la que cada uno toca un instrumento diferente”, dijo). En alguna ocasión, en privado, reconoció que tocaba mal el violín, pero que le relajaba. Hace años el instrumento fue vendido en una subasta en EE.UU. por el equivalente de 15.000 euros y en la actualidad es de un particular que vive en el Illinois.
La otra gran afición del Duce era el cine. Obviamente, no dudó en usar esta pasión por fines personales. Fundó el Instituto Luce, que se encargó de promover largometrajes y documentales sobre su régimen. A parte películas de propaganda, bajo su influencia nacieron el Festival de Cine de Venecia y los estudios de rodaje Cinecittà. En su residencia particular de Villa Torlonia asistía a proyecciones de películas. Según algunas fuentes, era asiduo al punto de ver una película cada noche. Entre sus pasiones inconfesables, El Gordo y el Flaco. “Me he reído. Han hecho muchas tonterías estos cómicos. Me lo pasé bien”, fue su comentario tras una proyección, según cuenta su amante Claretta Petacci en sus diarios.
Iósif Stalin El líder soviético no destacaba por talentos artísticos especiales, aparte tener una cierta predilección por las canciones georgianas y escribir, en su juventud, versos románticos sobre el “brillo de la luna” y “los pétalos de rosa”. Su película preferida era Volga Volga (1938) de Grigori Alexsandrov, una comedia musical de antes de la Guerra. Se cuenta que se conocía los diálogos y las letras de las canciones de memoria. Ahora bien, Stalin sí que tenía una afición bastante ambigua, que salió a la luz sólo décadas después de su muerte.
En el 2006 se organizó en Moscú una exposición de dibujos de desnudos masculinos, hechos por pintores rusos del siglo XIX. La particularidad es que estas figuras llevaban anotados comentarios escritos a mano por el dictador soviético. Las anotaciones remontan a un período que va desde 1939 hasta 1946 (Stalin ya había superado entonces los 60 años). El material fue custodiado durante un largo período por la guardia personal del líder comunista. Las anotaciones revelan humorismo, cinismo y alusiones sexuales. Por ejemplo, ante la imagen de un prisionero: “Si no hubieras querido hacerlo tu solito a estas alturas estarías vivo”. Frente al retrato un hombre forzudo escribe: “Este David soviético está listo para contrarrestar el imperialismo: le ayudaremos”. En cambio, cuando ve un hombre en actitud contemplativa comenta: “Un idiota que reflexiona es peor que diez enemigos”. De todas formas, un estudio psicológico llevado a cabo a raíz del descubrimiento descartó que Stalin tuviese tendencias homosexuales.
Kim Jong Il Aunque la pasión del líder coreano era el coñac Hennessy (fue capaz de destinar al licor un presupuesto de 600.000 euros al año), el séptimo arte fue sin duda una de sus mayores obsesiones. Kim Jong Il era un apasionado de las películas de acción occidentales, como James Bond o Rambo. Sean Connery y Elisabeth Taylor eran sus actores favoritos. Al parecer, atesoraba una colección de hasta 12.000 títulos. También se decía que había visto a Lo que el viento se llevó casi 30 veces. En 1973 escribió un tratado de 329 páginas sobre su hobby favorito (Sobre el arte del cine) , en el que afirmó textualmente: “El cine ocupa un lugar importante en el desarrollo de las artes y de la literatura. Por ello, es un arma ideológica potente para la revolución y la construcción”.
La pasión cinéfila de Kim Jong Il le llevó a planear en 1979 una operación de película: hizo secuestrar por los servicios secretos coreanos al director Shin Sang Ok (de Corea del Sur) y a su mujer, la célebre actriz Choi Eun Hee, para que filmaran documentales y títulos de propaganda del régimen. En pleno cautiverio, en 1985, Shin Sang Ok contribuyó a rodar Pulgasari, una película de culto entre otras cosas porque se veía por primera vez en el país un beso en la pantalla. Era una nueva versión del célebre monstruo Godzilla, pero en clave política: se trataba de una metáfora sobre los efectos perversos del capitalismo sobre la población civil. El líder coreano movilizó al ejército como extras. El mismo Kim Jong Il supervisó personalmente toda la producción y figura en los créditos de la película. En 1986, mientras intentaban encontrar a un distribuidor del largometraje en Viena, la pareja de secuestrados se escapó y voló a EE.UU., donde pidió asilo político.
El catálogo de rarezas y manías de Kim Jong Il es inagotable. También era un apasionado de baloncesto, aunque se ignora su habilidad. Impuso la práctica de la disciplina en todos los colegios y hasta introdujo cambios en las reglas oficiales. Según un diario norcoreano, el líder comunista tenía todas las grabaciones de los partidos de Michael Jordan con los Chicago Bulls. Cuando la secretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright visitó el país en el 2000, le regaló una pelota firmada por su ídolo y el líder comunista se conmovió.
Sadam Hussein Su máxima contribución a la literatura fue la novela Zabibah y el Rey. Escrita con un seudónimo, es una metáfora sobre una mujer (que sería Iraq), que se enamora del rey. Los dos se encuentran varias veces, conversando sobre religión, filosofía y amor. Nace la chispa. Pero el inconveniente es que Zabibah ya estaba casada. Y el marido (que representaría a  EE.UU.), cruel y celoso, para castigarla, la viola. “El estupro es el más grave de los crímenes, sea un hombre, una mujer o ejércitos invasores que violan la patria y usurpan sus derechos”, se lee en una de las páginas del libro.
Al final la protagonista muere un 17 de enero, el mismo día del primer bombardeo aéreo de Bagdad por EE.UU. en 1991, que marcó el comienzo de la operación militar Tormenta del Desierto. Hay algunas frases bastante atrevidas y un tanto ambiguas: “Incluso un animal respeta el deseo de un hombre, si quiere tener sexo con él. ¿Tal vez la osa hembra se niega a dar placer al pastor cuando ella le arrastra hacia las montañas?”.
El libro, que salió publicado en el 2004, se vendía a menos de un dólar y, bajo los auspicios de la dictadura, tuvo éxito editorial en su país. También se hicieron una serie en la tele de 20 capítulos  y una producción teatral. Según la CIA ni siquiera habría sido escrito por el rais, sino por un grupo de asistentes, que habrían trabajado bajo las directrices de su jefe. El cómico británico Sacha Baron Cohen inicialmente pensó rodar una versión cinematográfica, pero desistió.
Muamar el Gadafi Escribió unos relatos breves titulados Huida del infierno y otras historias, ambientados en la cultura de los beduinos. En los textos se hace un elogio de la vida del campo “donde muchos verán la luna por primera vez en su vida, donde los habitantes se conocen y son solidarios, en la alegría y en el dolor”. El cuento más lunático es sin lugar a dudas El suicidio del astronauta, en el que un hombre regresa del espacio, se encuentra desorientado al volver a la Tierra y al final se quita la vida. “Porque la ciudad te obliga a cambiar quién eres, tus valores. Te obliga a asumir una personalidad urbana que no tiene ni sabor, ni color”. El líder libio es autor también del Libro Verde, que redactó en los años setenta y en el que explica la ideología de su régimen. A Muamar el Gadafi también le gustaba el cine. En su residencia tenía una sala en la que, al parecer, se deleitaba mirando películas del Oeste.
Saparmurat Niyázov El antiguo presidente de Turkmenistán (que falleció en el 2006) destacó por una amplia gama de excentricidades en su mandato. Su obra magna fue Ruhnama, que significa libro del alma y que se convirtió, durante la dictadura, en la Biblia del país. Cuenta con 400 páginas en las que se mezclan recomendaciones espirituales, recuerdos autobiográficos, consejos sobre cómo vestirse, cómo organizar la vida familiar o cómo relacionarse con los vecinos. Cada familia tenía que poseer un ejemplar. Su lectura ha sido obligatoria durante años entre los escolares y funcionarios de la ciudad: los estudiantes de primaria dedicaban un día a la semana a leerlo; los de secundaria debían sabérselo de memoria, al igual que los ciudadanos que pretendan optar a una plaza de funcionario o si querían sacarse el permiso de conducir. El libro ganó  (cómo no) el premio internacional Magtymguly, el más prestigioso del país. Según palabras de Niyázov: “Quien lo lea tres veces se volverá más inteligente, reconocerá la existencia divina e irá directamente al paraíso“. Ruhnama se tradujo en 41 idiomas.













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