LIBERTAD Y DEMOCRACIA
DESCRIBE ACONTECIMIENTOS QUE SUCEDIERON EN ESA ÉPOCA
La Sociedad Dominicana de Bibliófilos tuvo el acierto de reimprimir, en edición facsimilar, la obra “Los Responsables. Fracaso de la Tercera República”, de Víctor M. Medina Benet, con presentación de Mariano Mella, presidente de la entidad, además de introducción y prólogo de Bernardo Vega y Juan Tomás Tavares Keiner, respectivamente, quienes sitúan la obra en el contexto de su época y abundan sobre las motivaciones que alentaron al autor para exponer con claridad meridiana los entretelones que gestaron la dictadura de Trujillo.
El libro fue publicado por primera vez en 1974 por Editorial Arte y Cine, y nuevamente en 1976. Aún contando con estas dos ediciones, la obra, agotada, resulta poco conocida entre el grueso del pueblo dominicano, a pesar de que alerta a la clase política para no caer en los afanes continuistas que conllevaron a la pérdida de la institucionalidad y las libertades democráticas en el país.
Medina Benet, de origen puertorriqueño, laboró como empleado administrativo, primero en el consulado y luego en la legación –hoy Embajada– de los Estados Unidos, entre enero de 1928 y diciembre de 1949. De este modo se convirtió en testigo de excepción de los dramáticos y transcendentales acontecimientos políticos y económicos de esos años, los cuales desembocaron en la caída del gobierno del presidente Horacio Vásquez, derrocado tras el estallido en Santiago de la revolución del 23 de febrero de 1930, que abrió el camino a la larga dictadura del general Rafael Leonidas Trujillo.
El propio Medina Benet señala en la introducción de su obra, que al ser puertorriqueño no albergaba mayor interés personal o partidarista en el caso dominicano que le impidiera narrar los acontecimientos de una forma objetiva y desapasionada. Por tanto, el contenido de su libro se perfi la bajo una perspectiva imparcial y de responsabilidad histórica, al llamar por sus nombres a quienes, a su entender, son los responsables del fracaso de la tercera República que presidiera el viejo caudillo Horacio Vásquez.
Sin tener pretensiones de historiador el autor se constituyó en un atento observador de la realidad nacional en esos momentos. Asimismo, en un crítico bien informado que con propiedad supo analizar los efectos nocivos que para la salud institucional de la República tuvieron las maquinaciones continuistas del presidente Vásquez y sus acólitos enquistados en el poder. Los mismos a quienes con voz enérgica y responsable el Arzobispo Nouel llamó “la nefasta polilla palaciega”.
En tal sentido, Medina Benet denuncia sin cortapisas cómo se verifi có en 1928 la llamada “prolongación” del período presidencial por dos años adicionales, alegando para ello que don Horacio había sido elegido por la Constitución de 1908, la cual establecía un período de seis años y no de cuatro, como estipulaba la Constitución de 1924 que regía. No conformes con la cuestionable extensión del mandato presidencial, los horacistas, cegados por la ambición y apoyándose en la mayoría congresional de su partido, no tuvieron empacho en realizar una osada enmienda a la Carta Magna en 1929, para permitir la reelección de Horacio Vásquez por un período adicional de cuatro años.
Contradiciendo, así, la no reelección que se había consagrado en la reforma constitucional de 1924 e irrespetando de esta forma lo estipulado en el Memorándum del Entendimiento de Evacuación de la República por las fuerzas militares de los Estados Unidos.
De igual manera, el autor pone de manifi esto la responsabilidad moral de la legación norteamericana a cargo del ministro Evans Young, al no oponerse a los planes reeleccionistas del presidente Vásquez.
Sin reparar en la pérdida de confi anza que las sucesivas modifi caciones a la Constitución provocaba en amplios sectores de la población, debilitando la fe de los dominicanos en la institucionalidad del proceso democrático.
Cabe señalar que, aunque en Medina Benet se percibe cierto dejo pro norteamericanista en cuanto a la labor del gobierno de Intervención en el país, esto no fue óbice para subrayar, en su obra, la falta de carácter con que actuó el ministro norteamericano al no interferir en un asunto de tanta trascendencia institucional, como lo eran los aprestos continuistas de los horacistas.
Lo que dio lugar a que la opinión pública nacional se planteara hasta qué punto Estados Unidos aún continuaba constituyendo un factor determinante en los asuntos internos dominicanos, como lo había sido hasta entonces.
La falta de una diplomacia coercitiva, a la que hace referencia Medina Benet, alentó las maquinaciones conspirativas por parte de los grupos de oposición, conscientes de la permisividad de la legación norteamericana, frente a la erosión y caricaturización del régimen democrático.
En lo que Young sí asumió una postura determinante fue en mantener a raya a Trujillo en sus aprestos sediciosos durante la ausencia –por motivo de salud– del presidente Vásquez, a finales de 1929.
En más de una ocasión Young amonestó enérgicamente a Trujillo, exigiéndole una conducta más leal y decorosa, a partir del momento en que se hizo evidente la deslealtad del jefe del Ejército hacia el Presidente.
De este modo, de haber Young permanecido por más tiempo en el país, dada la infl uencia que ejercía sobre Trujillo, es posible que éste hubiese pospuesto el golpe de Estado, o incluso no se hubiese atrevido a darlo. Razón por la cual con la salida de Young se precipitaron los planes revolucionarios que dieron al traste con el gobierno horacista.
En este aspecto, Medina Benet desmiente el socorrido mito de que fueron los norteamericanos quienes impusieron al general Trujillo, cuando en realidad los representantes diplomáticos a cargo de la Legación trataron por todos los medios a su alcance de evitar su arribo al poder. Solo que el Departamento de Estado, por razones geopolíticas, no quiso intervenir en los asuntos internos del país y dejó que “cada palo aguantara su vela”.
La obra de Medina Benet exige una lectura tan minuciosa como exhaustiva para todo aquel que tenga sensibilidad por la política, o bien, tenga interés por la historia dominicana y su devenir. Sobre todo, si nos atenemos a la aleccionadora advertencia del fi lósofo y poeta español Jorge Santayana: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. Y al parecer seguimos sin recordarlo, pues continuamos cambiando la Constitución a conveniencia del gobierno y de la mayoría de turno.
Por eso, importa llegar a una compresión profunda de las causas que originaron la oprobiosa dictadura de Trujillo, para evitar que un régimen de tal naturaleza se pueda reproducir en el presente o en el futuro dominicano. Y la obra de Medina Benet nos da la clave de lo que no debemos repetir, si en verdad deseamos impedir el surgimiento de una nueva dictadura autocrática en República Dominicana.
Pues, como bien sentencia Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifi ca sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas”.
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