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lunes, 18 de diciembre de 2017

La huella infinita de Pinochet

Un miembro de las fuerzas de seguridad chilenas, frente a un cartel de la Comisión Funa. E. M.

Una década después de su muerte, en Chile todavía se denuncian los crímenes del dictador con "escraches" callejeros y exposiciones
"¡Alerta, alerta, vecino, al lado de su casa vive un asesino!". Cada vez que la Comisión Funa sale a la calle en Santiago de Chile, un represor del régimen de Augusto Pinochet pasa un mal rato. Durante las dos últimas décadas, este colectivo de familiares de víctimas de la dictadura ha realizado "escraches" contra unas 200 personas involucradas en las atrocidades perpetradas en Chile entre 1973 y 1990. Una década después de su muerte, la huella macabra del dictador sigue presente en un país que intenta sanar también aquella dolorosa herida con exposiciones como "Secretos de Estado", una reveladora muestra sobre la intervención de Estados Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende.
Mientras Chile bosteza ante la segunda vuelta de los comicios presidenciales de este domingo en que se prevé de nuevo una alta abstención, Julio Oliva y Juan Saravia, integrantes de la Comisión Funa, ya tienen en mente quién será el próximo "funado". Los dos candidatos que se juegan la presidencia, el ex mandatario conservador Sebastián Piñera y el socialdemócrata Alejandro Guillier, llegan a la cita electoral muy igualados, según las encuestas. Pero sea quien sea el próximo presidente de Chile, nada cambiará para la Comisión Funa. "El modelo neoliberal impuesto en la era de Pinochet continúa y la impunidad también", advierten.
Hijos de militantes comunistas represaliados en la dictadura, estos dos activistas reivindican la denuncia como método de acción: "Si no hay justicia, hay funa", es su lema. La expresión "funa" procede de la lengua mapuche y hace alusión a algo podrido. En el contexto de la lucha por los derechos humanos se ha redefinido como un repudio contra represores. "Nuestra intención no es linchar a nadie; el objetivo de la funa es que el entorno de la persona a quien denunciamos se entere de quién es, y que se produzca una sanción social, ya que no hay sanción judicial", explica Saravia a EL MUNDO en una cafetería del centro de Santiago.
La primera "funa" se realizó en octubre de 1999, poco después de que Pinochet fuera detenido en Londres. Oliva y otros miembros de las asociaciones de víctimas de la dictadura decidieron entonces adoptar la fórmula argentina del "escrache" para repudiar a los represores. Comenzaron a salir a la calle con megáfonos, panfletos y carteles. Antes de realizar cada acción, la Comisión Funa, compuesta por una docena de integrantes, realiza una ardua tarea de investigación en archivos judiciales y a través de testimonios de las víctimas o de sus familiares.
"Lo primero que pensamos es que nuestra actividad tenía que ser secreta", subrayan. Un precepto que llevan a rajatabla. Salvo un reducido grupo de personas que se comunica casi con tácticas de la clandestinidad, nadie sabe a quién se va a "funar" hasta el último momento.
A Edwin Dimter Bianchi, alias 'El Príncipe', uno de los torturadores y responsables de la muerte del cantante Víctor Jara en el Estadio Chile pocos días después del golpe de Estado, la Comisión Funa lo halló en 2006 en su oficina, en el Ministerio de Trabajo. Hasta entonces vivía con total tranquilidad. Con una cámara de televisión como testigo, los activistas lograron acceder a su despacho y llamarle "asesino" en la cara. Abajo, decenas de personas le aplicarían la peor de las venganzas: canciones de Víctor Jara entonadas a coro con la rabia contenida de 30 años. A Dimter se le perdió la pista tras el "escrache". Pero los miembros de la Comisión Funa, auténticos detectives salvajes contra el olvido, le volvieron a encontrar años más tarde rastreando en los juzgados. Y fue "funado" nuevamente en abril de este año en su casa de Santiago. El torturador está ahora bajo proceso judicial por el asesinato de Jara, pero a día de hoy es un hombre libre, como otros muchos represores. Según datos oficiales, pese al procesamiento de más de mil ex agentes, sólo un centenar cumple condenas en prisión.

Secretos revelados

Sin megáfonos ni panfletos, en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, inaugurado en 2010 bajo el primer mandato presidencial de Michelle Bachelet(2006-2010), el visitante se adentra en el universo de un pasado tenebroso. Coincidiendo con la campaña electoral en la que los candidatos hablan del futuro, una exposición, "Secretos de Estado", mira al pasado reciente y revela detalles de la intervención de Estados Unidos en el golpe de Estado de 1973 contra el gobierno socialista de Salvador Allende.
Un teléfono suena en una esquina de la sala. Al descolgar, se oye la voz de unos actores que recrean la conversación mantenida por el entonces presidente Richard Nixon y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, al día siguiente de la asonada militar, según los archivos de la CIA desclasificados a partir de 1999. "Nosotros no lo hicimos; es decir, les ayudamos; creamos las mejores condiciones posibles", le informa Kissinger a su jefe.
La muestra se basa en 23.000 documentos de la CIA analizados durante años por el investigador estadounidense Peter Kombluh. Una pequeña selección de esos cables se expone en una galería subterránea del Museo de la Memoria donde el visitante puede conocer de primera mano los planes de Washington para desestabilizar a Allende o el apoyo prestado al dictador hasta 1988, cuando Pinochet pierde el plebiscito sobre su continuidad en el poder.
Para Francisco Estévez, director del museo, una de las revelaciones más escalofriantes de la muestra es la constatación del asesinato o desaparición de 1.600 personas durante el primer mes del régimen de Pinochet. "Es aproximadamente la mitad del total de víctimas mortales durante la dictadura (según el informe de la Comisión de la Verdad)", subraya. Los grandes ausentes de la exposición son los documentos de los servicios secretos chilenos. "La gran pregunta -advierte el director- es dónde están esos archivos, porque se dice que los quemaron pero eso no puede ser posible". El museo recibe la visita de cientos de escolares cada año. Para Estévez, es indispensable que una sociedad no olvide: "Nuestro objetivo es educar sobre la memoria y el ¡Nunca más!".

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