Por Franklin Báez Brugal.
No olvidaré ese 31 de mayo en la mañana, cuando los miembros del servicio de inteligencia irrumpieron en mi habitación, encabezados por Ernest Scott ametralladora en mano, quien había sido mi profesor de inglés, así como otro individuo que vendía pastelitos por el barrio y me apuntaba con un arma.
El Presidente Abinader, declaró mediante Decreto el 30 de mayo como día de la libertad; sabemos que en esa fecha fue ajusticiado el dictador Rafael Trujillo, eliminado por un grupo de valientes que ofrendaron sus vidas en aras de la libertad de su país.
Ningún gobierno de los que hemos tenido después de la desaparición de la dictadura, le dio la importancia que se merecía esa gesta; unos no lo hicieron por sus evidentes lazos con el sátrapa, y otros parecieron poco interesados en reivindicar ese hecho.
El Lic Abinader, 60 años después de lo ocurrido, en un gesto que lo enaltece, colocó en el lugar que se merece a ese glorioso día y con él a todos los movimientos y conspiraciones que se produjeron durante esa oprobiosa era, en la cual perdieron la vida decenas de compatriotas empeñados en sacudirnos del yugo que cercenaba nuestras libertades.
Como parte de los actos conmemorativos de la celebración de esa fecha, el sábado 29 de mayo desde los terrenos de "La Feria", el Presidente se dirigió al país, en medio de imperdonables problemas técnicos que afectaron la transmisión por televisión del evento, que nunca debieron ocurrir.
El discurso pronunciado por el Lic Abinader no tuvo desperdicios, fue una pieza que rindió tributo a todos quienes lo merecían y colocó la libertad que disfrutamos hoy en día como la principal conquista lograda, encargando a la juventud su preservación y defensa. Esperamos que esta encomienda no se olvide.
Viví muy de cerca ese período desde mayo a noviembre del 1961, mi padre fue uno de los apresados, junto a familiares, amigos y relacionados. Recuerdo que familias enteras eran encarceladas incluyendo hijos menores, que quedaron muy marcados por esa experiencia. En el caso de nuestro progenitor, durante más de un mes no supimos en dónde se encontraba, ni si estaba vivo o muerto.
No olvidaré ese 31 de mayo en la mañana, cuando los miembros del servicio de inteligencia irrumpieron en mi habitación, encabezados por Ernest Scott ametralladora en mano, quien había sido mi profesor de inglés, así como otro individuo que vendía pastelitos por el barrio y me apuntaba con un arma.
Luego los días se sucedieron vertiginosamente, el pueblo se lanzó a las calles a exigir una libertad que se le había negado por más de tres décadas. Entre manifestaciones, mítines, arengas de Unión Cívica y el PRD llegó noviembre, el remanente de los Trujillo salió del país, no sin antes, junto a sus secuaces, sacar de la cárcel a los principales actores del ajusticiamiento y asesinarlos en Hacienda María.
La noche del 19 de noviembre llegó mi padre a nuestra casa al fin libre, después de haber sido salvajemente torturado, con sus familiares más queridos asesinados, confundido y profundamente afectado por lo sucedido. En aquel momento el país iniciaba un largo camino en busca de la libertad y la democracia, que le depararía muchas sorpresas.
Agradecemos al Presidente de la Republica su sensibilidad, al convertir en realidad la reivindicacion de un hecho histórico como el del 30 de mayo.
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