NUEVA YORK.- República Dominicana es conocida en el mundo entero por sus playas de arena blanca y sus aguas transparentes en el Caribe, pero la realidad social del país puede contrastar con esta imagen como intenta demostrar el documental “Stateless” (Apátrida), que expone en el Festival de Cine de Tribeca el “racismo” que ha dejado sin nacionalidad a más de 200.000 personas.
“¿La gente qué conoce de la República Dominicana? La conoce como objeto turístico barato, y esa imagen no se puede ensuciar”, dice a Efe la directora de la cinta, Michele Stephenson, de origen haitiano, para explicar el desconocimiento internacional de este problema con el que ha lidiado desde hace décadas el país.
La realizadora asegura que el rechazo hacia Haití ha quedado patente con la matanza ordenada por el dictador Rafael Leonidas Trujillo en 1937 y más de 75 años después, en 2013, con la sentencia del Tribunal Constitucional que despojaba de su nacionalidad dominicana a cualquier persona de padres haitianos con efecto retroactivo a 1929.
La medida significó que más de 200.000 personas quedaban “en tierra de nadie”, sin derecho a la nacionalidad dominicana, pese a haber nacido aquí, pero tampoco a la haitiana, ya que no tenían ninguna relación con ese país más allá de su ascendencia.
Stephenson conoce bien ese problema, ya que ella misma nació en Haití, y desde esa sentencia del Tribunal Constitucional de 2013 se ha dedicado a la producción de la cinta, que sigue a la joven abogada Rosa Iris, una apasionada activista que lucha por los derechos de estos apátridas.
“Crecí sabiendo un poco de la historia de la isla, de Haití y de su relación con la República Dominicana. Siempre he tenido noticias de eso y he conocido sobre el asunto de las relaciones y de la discriminación que existe”, señaló la cineasta, radicada en Nueva York.
El filme, de 97 minutos de duración, muestra con imágenes de cámaras ocultas las entrañas de un “sistema gubernamental altamente discriminatorio, que es capaz de negar la nacionalidad a alguien de piel oscura si considera dudoso su acento español”.
Fue gracias a varios dominicanos con los que colaboró Stephenson que accedieron a la peligrosa misión de llevar cámaras escondidas que la cineasta pudo ejecutar el revelador documental: “No hubiera habido otra manera de hacer este trabajo sin su decisión de tomar un riesgo y asumirlo”, admitió.
El documental, que se zambulle en protestas callejeras, oficinas del Gobierno y reuniones familiares, muestra las dificultades a las que se enfrentan los 200.000 apátridas en su vida diaria como consecuencia de la opresión institucional, pero también pretende ser un reflejo de cómo el problema de la supremacía blanca está presente en todo el mundo.
“Lo que está aconteciendo en la República Dominicana no es un acontecimiento aislado”, subrayó Stephenson.
“Aquí donde vivo -EE.UU- ya están cerrando las fronteras, quitando los ‘green cards’ (tarjetas de residencia permanentes) a la gente, hasta la ciudadanía la están cuestionando. Es importante para mí poner lo que está aconteciendo en la República Dominicana es un microcosmo de lo que está sucediendo globalmente. No es algo único a esa isla”.
Pero en la cinta, la cineasta ha querido además mostrar la opinión de los nacionalistas dominicanos que apoyan las políticas de discriminación contra los ciudadanos de ascendencia haitiana, algo que hizo porque lo considera “necesario”.
“Para mí es una voz que hay que tener en cuenta y saber que puede ser mi vecina, mi compañera de trabajo. Tenemos que saber que esta ahí y saber la convicción que tienen, y nosotros darnos cuenta de que esa convicción no va a cambiar”, zanjó.
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