Todo empezó con un sueño que se convirtió, a toda velocidad, en una pesadilla para Europa. Durante la Segunda Guerra MundialAdolf Hitler, personaje megalómano y multifacético donde los hubiera, se obsesionó con fundar un gigantesco museo en Linz (el Führermuseum) que albergara las mejores obras de arte de la historia. Anhelaba que fuera su gran legado. Para ello, el líder nazi organizó un complejo entramado con órdenes de saquear desde cuadros, hasta estatuas. Su decisión marcó el inicio de la compraventa y el contrabando masivo de miles y miles de piezas. Unas 150.000 solo en el centro de Europa, según explica a ABC el historiador Miguel Martorell, autor de «El expolio nazi» (Galaxia Gutenberg).
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