José Gomez Cerda.
En mi vida he pronunciado cientos de discursos en congresos, consejos, reuniones, mítines, conferencias, cursos, y en diversos escenarios nacionales e internacionales; pero hay uno que recordaré toda mi vida, fue en la celebración del primero de mayo de 1958, en el auditorio Don Bosco, en la capital (En esa época Ciudad Trujillo),
Había ingresado a la Juventud Obrera Católica (JOC), cuando tenía 17 años, siendo pre-jocista, luego militante y después presidente de esa organización de jóvenes obreros, en la parroquia San Juan Bosco, en la capital, que era la única en todo el país donde funcionaba la JOC en esos tiempos de Trujillo.
En esa época la JOC no tenía asesor religioso, los últimos dos estaban exiliados; uno en Canadá, el Padre Marcial Silva, y el otro en Puerto Rico, el Padre Manuel González Quevedo, por lo tanto los dirigentes actuábamos con autonomía en la conducción y dirección del grupo, que éramos alrededor de 75 miembros.
En la JOC aprendimos a utilizar el método de ver, juzgar y actuar, que es la metodología de esa organización internacional.
Normalmente los jóvenes ven, actúan y después juzgan. También aprendimos el método de revisión de vida, hacer los estudios por medio de encuestas, a trabajar en equipos, hacer círculos de estudios, darle supremacía al trabajo sobre el capital y a lo espiritual sobre material.
Normalmente los jóvenes ven, actúan y después juzgan. También aprendimos el método de revisión de vida, hacer los estudios por medio de encuestas, a trabajar en equipos, hacer círculos de estudios, darle supremacía al trabajo sobre el capital y a lo espiritual sobre material.
¡Es una preparación para toda la vida!
José Cardijn, el fundador y asesor internacional de la JOC nos había enseñado que las actividades no se interpretan cuando se realizan, sino cómo se han preparado. Por eso un mes antes del 1ro, de mayo, realizamos una reunión para preparar una manifestación en esa fecha, día internacional de los trabajadores.
Calculamos que asistirían alrededor de 200 jóvenes obreros de la capital, hicimos un programa donde el acto consistía en iniciar con una invocación, luego interpretar el himno de la JOC, Porfirio Zarzuela, tesorero, hablaría sobre la situación interna de la asociación, haciendo énfasis en la situación económica, Luis Genion Power, cantaría un tango, Jorge Cruz Reyes haría un monólogo chistoso, y yo, en la calidad de presidente diría el discurso de fondo, sobre la situación de los jóvenes obreros dominicanos.
Mi discurso tuvo la energía de la juventud, el contenido sobre un análisis e interpretación de la realidad de los jóvenes obreros dominicanos. Puse toda la voluntad posible para entusiasmar a los jóvenes presentes.
Dije- en mi discurso- que los jóvenes trabajadores dominicanos tenían salarios muy bajos, no tenían derecho a formar sindicatos, y que en muchos casos no tenían seguro social. Además hablé sobre el papel de los jóvenes para el desarrollo de la sociedad dominicana.
Cuando concluimos el acto un señor se acercó a mí, se presentó como periodista del periódico El Caribe, me pidió el discurso, quería hacer una fotografía desde el mismo lugar que hablé y que le escribiera la dirección donde yo trabajaba.
Le expliqué que no tenía un discurso escrito, sino ideas sueltas, y tenía como complementos recortes de periódicos de la JOC de Cuba, y de Costa Rica, que eran las mejores organizadas en la zona, y quienes nos enviamos permanentemente periódicos, revistas y documentos sobre la JOC en sus respectivos países. El hizo la foto, le entregué mis anotaciones, mi dirección del trabajo; aparentemente todo estaba bien.
Al otro día, cerca del mediodía se presentaron dos oficiales de la policía a la empresa donde trabajaba, que era la Mercantil Antillana, situada en la calle 30 de marzo, esquina Francia, en la capital.
Hablaron con los jefes de la empresa, españoles, gallegos, apellidos Barros, Arostegui y Teijeiro, luego conmigo y me invitaron a que fuera al destacamento de la policía nacional.
Me llevaron al Palacio de la Policía Nacional, allá me interrogaron, y golpearon, acusándome de que ese discurso no había sido elaborado por mí, sino que me enviaron consignas del exterior, para que yo lo repitiera. ¡No se mencionó el nombre de Trujillo!, y que no eran del agrado del gobierno.
Me dijeron específicamente que yo era un representante del señor Tomás Reyes Cerda, (a quien yo no conocía, ni había oído hablar), un locutor que había trabajado en la Voz Dominicana, que estuvo exiliado en la embajada de México, en Ciudad Trujillo, y que escribía contra el dictador Trujillo desde México, donde vivía, el policía interrogador me dijo que eran muy parecidas las opiniones de Reyes Cerda, con lo que yo dije en mi discurso.
Allá estaba el señor que me había dicho que era periodista del periódico El Caribe, era un policía secreto, me mostró la foto que me había hecho la noche anterior. El tono del interrogatorio subió, con acusaciones, palabras obscenas, amenazas y golpes.
Hay que hacer notar que en esa fecha Fidel Castro era sólo una amenaza en la Sierra Maestra, no se había producido la invasión del 14 de junio, ni las protestas de la iglesia católica. El tiempo de la dictadura estaba sin problemas. Los hermanos Moreno Martínez estaban asilados en la embajada de Venezuela, pero pocas personas lo sabía, como había sucedido con el asilo de Tomás Reyes Cerda, que estuvo varios años asilado en la Embajada de México.
El discurso es un término que refiere a tendencias de elaboración de un mensaje mediante recursos expresivos y diversas estrategias, sin embargo, en tiempo de Trujillo estaba limitado a si hacían alabanzas o no al régimen dictatorial. En esa fecha yo tenía 19 años.
Los interrogantes se limitaban a acusarme de que no era una alabanza al gobierno, sino que coincidía con críticas a la dictadura. Siempre respondí que la JOC era una asociación de jóvenes obreros católicos y no teníamos ninguna vinculación política.
Al final del interrogatorio me llevaron a la pensión donde vivía en la Calle Otilio Melendez, cerca del parque Braulio Álvarez, me dijeron que no debía decirle nada a nadie de los golpes que me dieron, y que si ellos se enteraban me iba a resultar muy caro.
Ese mismo día hicieron un allanamiento a mi madre Graciela Cerda de Gómez, en Santiago, en la calle Arté No. 28, preguntando por las relaciones de la familia Cerda, y qué hacía yo en la capital.
Esto lo traté con mis compañeros de la JOC Porfirio Zarzuela, Jorge Cruz Reyes, Luis Genion Power y Luís Lantigua, pidiendo reservas para no comentarlo con los otros jocistas. Hablé con Pablo Nadal y Henry Molina, de la Acción Católica.
Durante dos meses debí asistir todas las semanas a la policía nacional, viví un tiempo de pesadilla, sin poder informar a nadie, el temor a ser asesinado, me mantuvo en suspenso. Maduré mucho en poco tiempo, y fui comprendiendo lo que era una dictadura, y el riesgo que tenía por el discurso que había pronunciado. En vez de leer poesías, o leer novelas, leía temas políticos y sociales. En las librerías había pocos libros que pudieran despertar el conocimiento político.
Las personas que no vivieron la dictadura de Trujillo difícilmente pueden interpretar lo que era ser considerado diferente al sistema del gobierno…..era vivir cada día en zozobras.
A principio del año 1959 la situación se empeoró. El triunfo de Fidel Castro en Cuba, modificó el panorama político dominicano, nuevamente la Policía me llamó a declarar, y sentí miedo de quedarme en el país. Hablé con los jefes de mi trabajo y representantes de la iglesia, ellos me ayudaron a conseguir una visa, pagarme el pasaje de avión, salí del país a principios de febrero, por el aeropuerto General Andrews.
Estando en el exterior me integré al Movimiento de Liberación Dominicana en Nueva York que dirigía Bienvenido Hazim Egel, siendo yo secretario juvenil de esa organización, viajé a Puerto Rico, Costa Rica, Cuba y Venezuela, en actividades políticas y de la JOC.
Cuando conocí cómo habían secuestrado y después asesinado al profesor español Jesús de Galindez, por su libro “La Era de Trujillo”, y el asesinato al periodista Requena, ambos en Nueva York, me mantuve mucho tiempo con pesadillas.
En Nueva York fundé y fui presidente de la Juventud Obrera Católica-JOC, para hispanos, luego se unió Henry Molina, quién había salido al exilio. Después fuimos juntos a estudiar sindicalismo y política en Venezuela, donde realizamos un curso intensivo de varios meses.
Cuando regresé del exilio, específicamente de Venezuela, el 26 de enero de 1962, inmediatamente constituimos el 28 de ese mes, la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos (CASC), y el día 5 de febrero, con la ayuda del padre Manuel González Quevedo, formamos el Sindicato de la Industria Farmacéutica (SADIF), en Santiago, el primer sindicato que se afilió estatutariamente a la CASC.
Junta con Henry Molina, Gabriel del Río, Porfirio Zarzuela, Jorge Cruz Reyes, y otros valiosos jóvenes trabajadores, nos dedicamos al sindicalismo cristiano, honesto, ideológico y serio.
También formamos en el año 1962, la Federación Dominicana de Ligas Agrarias Cristiana-FEDELAC, y el Instituto Nacional de Formación Agraria y Sindical-INFAS, que todavía perduran.
Ese discurso del 1ro de mayo de 1958 me sirvió de ejemplo para cuando voy hablar en público, saber a quienes me dirijo y lo que voy a decir...
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