El juicio contra los integrantes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), asesinos de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y del conductor del jeep Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960, se inició con el proceso de instrucción celebrado el 20 de enero de 1962, aunque la cámara penal comenzó la sumaria el 18 de marzo. A partir del 28 de junio fueron celebradas las audiencias públicas que concluyeron con las sentencias definitivas el 24 de noviembre de 1962. La causa estuvo a cargo de la Cámara de Jurisdicción Especial, ubicada en el Palacio de Justicia del Centro de los Héroes (lugar conocido como La Feria), compuesta por el juez Osvaldo B. Soto, el procurador fiscal con jurisdicción especial Rafael Valera Benítez, y el señor Juan Ramón Hernández Alberto como aguacil del Estado.
El grupo de acusados del horrendo crimen estaba integrado por Ciriaco de la Rosa Luciano, Manuel Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Ramón Emilio Rojas Lora y Néstor Antonio Pérez Terrero. Además, Cándido Torres Tejada quien actuó como formal jefe del SIM bajo las órdenes directas de Johnny Abbes García y el capitán Víctor Alicinio Peña Rivera, jefe del Servicio de Inteligencia en la región del Cibao. También por los agentes Sindito Almonte, Silvio Antonio Gómez Santana, Viterbo Álvarez, Pedro Peña Ortiz, y David Enrique Olivero Segura.
Es importante puntualizar, que en las declaraciones del testigo Pascual de Jesús Espinal, quien era residente de la ciudad de Santiago, este confirmó que reconoció en el lugar de los hechos al jefe del SIM en esa ciudad, capitán Alicinio Peña Rivera, quien al momento de ejecutar a las hermanas de Ojo de Agua, Salcedo, “estaba vestido con un pantalón verde olivo o negro, con una guayabera de pintita y un sombrero” y que fue él quien “mato a la primera”.
Por igual, el testigo José Antonio Baltasar García, que también dijo conocer bastante bien a Peña Rivera, contó la forma en que este se apropió de terrenos y viviendas de familiares de las hermanas Mirabal, confirmando además, que en su forma de vestir el jefe del SIM de Santiago siempre iba “vestido de civil con un sombrero grande de ranchero”. Estas observaciones fueron de interés en medio del juicio, debido a que Peña Rivera negaba que él se encontrara en el lugar conocido como La Cumbre al momento del múltiple asesinato, y que por el contrario hizo lo posible para alejarse de esa zona para evitar que lo implicaran en el crimen.
Fiesta para celebrar las muertes
El señor Ramón García en interrogatorios a que fue sometido en el juicio, narró que en la propiedad que Peña Rivera expropió a la familia Mirabal, la noche del 26 de noviembre se celebró una fiesta que fue amenizada por el músico guitarrista Pedro Antonio Pantaleón. La fiesta tuvo lugar en la que fue casa de Pedro González, esposo de Patria Mirabal, y que “el 26 de noviembre de 1960; al otro día del asesinato, el guitarrista Pedro Antonio Pantaleón dijo que conocía a varios de los asesinos que estaban siendo juzgados, entre ellos a Ciriaco de la Rosa, Cruz Valerio, Estrella Malleta, que le decían Cubanito; también a Gómez Santana, Peña Rivera y había visto a Rojas Lora y a Pérez Terrero en la referida celebración. Contó, que después de asesinar a las hermanas, “al poco tiempo-llegó– un cepillo con estos 5 adelante y Silvio Gómez Santana y trajeron la noticia de que las hermanas Mirabal se habían matado y tiraron tiros; le noté que estaba arañado; le pregunté qué le pasó y me dijo que fue unas malditas mujeres que fueron a coger presas y los aruñaron y lo mordieron y tuvieron que cogerla por el cuello; que se fueron los otros y quedó Silvio Gómez Santana y Heriberto Rivera, y me dijo que buscara una guitarra y nos pusimos a tocar; tomando mucho ron”. [1]
Peña Rivera propuso matar a Fafa Taveras
El testigo Pedro Antonio Pantaleón contó en el juicio, que el festejo no fue el día 26, sino el 25 de noviembre en la noche: “El día de los tragos fue el 25 de noviembre” y la fiesta se prolongó hasta las 3:30 de la madrugada. Y dijo además, que Alicinio le propuso matar a Rafael-Fafa-Taveras, quien era tenido por el Servicio de Inteligencia como enemigo del régimen: “Alicinio me llamó, me brindó ron y me dijo “te voy a hacer una proposición, que me daba RD$300.00 para que matara a Rafael Taveras que había estado preso, que había que quitarlo del medio porque era enemigo de nuestro Jefe y que si yo no era trujillista” y le dije que sí, pero no me atrevía a hacer eso y me dijo que si lo mataba me mandaba a la frontera con RD$125,00”.[2]
Trujillo celebró con fiesta muerte de las hermanas
La perversidad de Trujillo no tenía límites. Después de los asesinatos cometidos contra las tres hermanas, Trujillo decidió visitar la población de Villa Tenares, muy próximo a Salcedo y a la localidad de Ojo de Agua donde residía la familia Mirabal. Cuenta Víctor A. Peña Rivera, responsable de la vigilancia y seguridad que para esa ocasión protegió al mandatario, que este utilizó como excusa que los “residentes del lugar les harían un homenaje en el que participaría la mayor parte de los residentes de los campos y pueblos cercanos”, incluyendo los de Salcedo; pero que el evento se realizó con el fin de celebrar las muertes de las Mirabal y para tal fin se hizo una fiesta en casa de un pariente de las mujeres asesinadas:
“El banquete— relata Peña Rivera—seria servido en la residencia del cuñado de Patria Mirabal, una de las hermanas asesinadas, y aquel ambiente de luto y tristeza fue transformado en un ambiente de alegría y diversión. Una orquesta atronaba los aires con sus cadenciosas notas de ritmos antillanos. El Jefe llegó allí poco después del mediodía, acompañado por Cucho Álvarez. Yo había tenido a mi cargo las precauciones de protección y seguridad. Después de saludar a los presentes, los invitados pasaron a servirse a una mesa en que se exhibía un derroche y abundancia de ricos majares”.
Por las razones que tuvo Trujillo para la celebración de aquella fiesta, el propio jefe del SIM en la región del Cibao, conociendo muy bien las respuestas, se atrevió a preguntar:
“¿Por qué el señor de la casa, hermano de Pedro González Cruz, preso por participar en el movimiento antitrujillista, y cuya esposa y cuñada habían sido salvajemente asesinadas unos meses antes, se prestaba a aquella comedia, que era también una humillación? ¿Celebraba allí el Generalísimo el haberse logrado desembarazar el recuerdo del repudio de Minerva Mirabal unos años antes?”.[3]
El SIM apresó a las Mirabal
Rafael L. Trujillo—narra Johnny Abbes García, principal jefe del Servicio de Inteligencia—había ordenado cumplir con el mandato de “ponerle fin al caso de las Mirabal” y la orden se cumplió; pero en sus macabros planes los asesinos no contaban con la presencia de testigos, que son al final los que van a esclarecer todo lo que pasó aquel luctuoso 25 de noviembre de 1960:
Los agentes del SIM detuvieron a las hermanas y su acompañante Rufino de la Cruz en el puente Mala-Pica, en un lugar próximo a Puerto Plata. Sobre el particular, la declaratoria del testigo José G. Pérez Hernández cuenta detalles relacionados con la forma en que actuaron los caliés y la manera en que las hermanas se defendieron. Los pormenores fueron confirmados por otros de los testigos interrogados durante el juicio. Pérez Hernández dijo además, que en el momento del apresamiento las hermanas lucharon contra sus agresores y pidieron ayuda, gritando que avisaran a “los Mirabal que nos van a matar”. Posteriormente, al caer la tarde de aquel sábado, otro testigo, Pascual de Jesús Espinal presenció oculto entre los matorrales, la acción criminal que le robó la vida a Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, y a su acompañante Rufino de la Cruz.
En el expediente del juicio son reveladores los testimonios que a continuación copiamos, que formaron parte de las declaraciones hecha en su condición de testigos presenciales del asesinato y que aparecen reproducidos en el libro que contiene los interrogatorios a que fueron sometidos tanto los declarantes como los responsables del crimen: “El Juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal”, publicado por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias en el 2011:
1) Apresadas en el puente de Mala-Pica
“Declaratoria del testigo José G. Pérez Hernández”
“Llegamos a Puerto Plata el 25 de noviembre a llevar medicinas, y después de entregarlas, salimos, y en el puesto de guardia nos chequeamos, nos pasó un jeep, al llegar a un puentecito había un carro Pontiac, se paró el jeep lo asaltaron. Nosotros al ver el caso, le dije al chofer párate, y una de las hermanas Mirabal cogió para donde nosotros, ella gritó auxilio, socórrannos, son caliés y nos van a matar.
“Uno de ellos la arrancó del camión, volvió otro y la ayudo a monta en el carro; uno de ellos nos dijo que si decíamos algo nos podríamos embromar; y le dije que trabajaba con Cholo Villeta; venia una camioneta de Agricultura y al preguntarme qué pasaba, yo le dije sigue; pasó el jeep y siguió y el hecho sucedió de cinco y diez (5:10) a (5:15), de la tarde.
“Había un Mercedes Benz rojo parado y un hombre con sombrero de vaquero, y al salir a la carretera de Monte Cristi, había un cepillito dando vuelta detrás, y el chofer dijo, yo le voy a dar con el camión, y yo le dije; yo abro la puerta y me voy, porque vacío no podemos pelear con estas gentes y después que llegamos a San Juan fue que supimos lo que ocurrió.
“El que arrancó la muchacha del camión fue Ciriaco de la Rosa, vino otro y le ayudo al señor; lo ayudó Manuel Alfonseca Cruz Valerio, lo ayudó a llevarla; Malleta se quedó con el chofer en el jeep y con De la Rosa se llevó el jeep
“De la Rosa fue quien me amenazó, no pude observar el número del carrito; fue sábado en la mañana, no pude reconocer a ninguno, era un carro del Servicio de Inteligencia y nos habían amenazado; era gris, de los que acostumbraban a usar, en buen estado, casi nuevo, no lo volví a ver.
“En Villa nos pasó y nosotros entramos por Majagua; el carro Pontiac estaba parado en el puentecito a la derecha y ellos las asaltaron, y el jeep a la izquierda; ellos asaltaron el jeep por los dos lados; una de las victimas habló con el chofer y dijo avívenle a los Mirabal que nos van a matar; yo no sabía que a las mujeres le hacían eso; ellas estaban vestidas de blusas amarillas de seda y falda sastre marrón. Eso fue en estado de desesperación cuando la arrastraron al carro, fueron dos los que indiqué, Ciriaco de la Rosa y Manuel Alfonso Cruz Valerio; el Servicio de Inteligencia no nos llamó en ningún momento”.[4]
2) La forma en que fueron asesinadas en La Cumbre
“Interrogatorio al testigo Pascual de Jesús Espinal. Cámara Penal con Jurisdicción nacional.
Acta de Audiencia.
“En el año 1960 solicites a la oficina de obras públicas en Santiago trabajo de jornalero, se me concedió trabajar en la carretera, no sé si fue en mayo o junio (…). Recuerdo que en noviembre hubo un parao, le solicité que se me dejara trabajando y se me concedió (…). El 25 llevo la mañana de trabajo y pasaban maquinas, recuerdo sí que pasó un camión entre 7 u 8 cuando empezábamos a trabajar. Era del Seguro Social, como al medio día llegó un jeep con tres mujeres manejado por un señor, a quienes no conocía. El chofer con precaución se detuvo y dijo una de las señoras: “Bajemos para que pase el jeep”. Se montaron nuevamente y se fueron de Santiago a Puerto Plata, ya se estaba terminando el trabajo.
“Más tarde, como a eso de las cuatro, llegó un carro Mercedes Benz color rojo ladrillo y un carrito cepillo y siguieron a prisa. Un compañero dijo “esos carros del SIM pasan como el diablo” y otro dijo: “no menciones SIM que tú sabes cómo está la cosas”. Seguimos trabajando y luego llegó un camión volteo con órdenes de trasladarnos a otro sitio, señalando a Tamboril a quitar dos derrumbes pequeños que se habían hecho. (…).
“Cuando era cerca de las cuatro el capataz dijo ya es hora, vámonos, yo corrí a la casita a buscar mi ropa y el volteo me dejó a pie, tome un acto de violencia y me senté. Salí a La Cumbre en busca de vehículo, cuando había caminado tres o cinco kilómetros me dio ganas de evacuar y me paré, me interné donde había una lomita, e hice mi actuación. Salí y vi que venía una máquina, sentí que se pararon delante de mí, cogí mi pala e iba subiendo por otra parte más baja entre yerbas y matas.
“Lo primero que alcancé a ver fue un jeep parado, seguí caminando y vi el carro mercedes Benz rojo y vi a Alicinio Peña Rivera que bajaba. Cuando vi el tiburón me agaché porque era peligrosísimo, me agache y vi que en el jeep venia una sola persona, en lo que abrió la puerta y la agarró, agarró una mujer por los cabellos y cayó boca abajo, la levantó y delante de la mujer venia un señor blanco, de cada lado venia un hombre. Uno de ellos la echó afuera y otro señor indio alto sacó otra y se me parecieron a las señoras que yo vi, una tenía el pelo corto, vi que se quitaron una venda, vi cuando un hombre con un punzoncito fino brilloso lo enterró a la mujer; esta gritó, entonces el otro hombre vi que le enterró otro punzoncito; un señor gordito indio estaba refregando con ella pegado al jeep. Ellos buscaban hacia arriba, Peña Rivera dio la vuelta y haló por la pistola y dijo: “ustedes no son hombres”, cuando ellos acabaron de matar las tres mujeres, llegó otro jeep con otros hombres y vi que sacaron un hombre amarrado y el hombre dijo: “hasta a mí me van a matar”. Vi a Alicinio cuando le dio con el punzón. Peña Rivera rompió la capota del jeep, vino un gordito y haló la capota.
“La primera que Peña Rivera entro en el jeep fue la gordita gallardona, tiraron el hombre que quedó cruzado de la señora y la otra fue tirada y luego vi cuando cuatro hombres la tiraron con el jeep a la zanja, vi cuando una soltó un zapato. Llegó un cepillo y Peña Rivera dio la vuelta seguida. Pensé que podía haber alguna persona acechando que estuviera escondida, yo seguí la carretera a paso doble. A pocos momentos como a tres cuartos de hora llegué a La Cumbre, había dos guardias, uno me llamó y me preguntó que de dónde venía, le dije que venía de trabajar y que un camión me dejó, me pidieron la cedula y me entraron, me sentaron en un banco y como a la media hora llegó un señor indio gordito con una gorra, me preguntó ¿de dónde Ud. Viene? Le respondí que trabajaba en la carretera y me preguntó si yo vi algo. Al transcurso de tres cuartos de hora me entregó la cedula un guardia y me dijo: váyase y póngase de aquel lado de la carretera; pasó una guagüita y me llevo por $0.25. Al otro día una señora comentaba que se volcó un jeep con tres sonoras y que fue un accidente, una señora comentó: “¿accidente?”. Un hombre le dijo: ¡cállate la boca!”. [5]
(Fuente: [1] “Expediente judicial de la Cámara Penal con Jurisdicción Nacional”. Acta de Audiencia. En: El Juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal. Santo Domingo, CPEP, 2011; [2] Ob. cit.; [3] Víctor Alicinio Peña Rivera, Trujillo: Historia oculta de un dictador. New York, Plus Ultra Educational Publishers, 1977, p. 294; [4] “Declaratoria del testigo José G. Pérez Hernández”. En: “Expediente judicial de la Cámara Penal con Jurisdicción Nacional”. Acta de Audiencia. En: El Juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal. Santo Domingo, CPEP, 2011, pp. 31-32; [5] “Interrogatorio al testigo Pascual de Jesús Espinal”. Expediente judicial de la Cámara Penal con Jurisdicción Nacional. Acta de Audiencia. En: El Juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal. Santo Domingo, CPEP, 2011, pp. 175-216).