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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

martes, 26 de marzo de 2019

Los dictadores no aprenden I y II



 José Vargas Sifuentes

Demuestran, así, que no han leído la historia, y si lo han hecho no han recogido sus experiencias; ergo, están condenados a repetir sus tristes finales.

En esta nota vamos a recordar –o, para el caso, recordarles a quienes abusan del poder– el triste final que podrían tener, como ha ocurrido con la gran mayoría de sus predecesores en Asia, África y América, principalmente.

Antes, recordemos que de los 194 países existentes en el mundo 48, es decir, una cuarta parte (24.7 % para ser exactos), vive bajo un régimen totalitario.

El resto de los países que conforman la comunidad internacional impedidos de tomar acciones contundentes se limita a debatir, emitir comunicados, condenar verbalmente, lamentar la crueldad de estos regímenes; mientras el Papa envía bendiciones y pide ayudar a los más necesitados.

Los dictadores –sus familiares y allegados– acumulan riquezas y se rodean de lujos (castillos, autos, joyas), y se ‘olvidan’ que venimos al mundo desnudos e igual nos vamos de él. Los dictadores que en el mundo han sido –y son lamentablemente– nunca han reflexionado –ni reflexionan– en esto… Y siguen haciendo de las suyas.

Todo para que al final mueran ajusticiados o vivan sus últimos días escondidos, en medio del repudio universal, humillados y vejados por su propio pueblo.

Algunos dictadores fueron víctimas de la venganza de sus pueblos y obligados a probar de su propia medicina. Otros tuvieron mejor suerte, lograron huir o murieron antes de ser condenados. Dicho esto, recordemos los casos de Muamar el Gadafi, el hombre que dirigió Libia durante 42 años, fue capturado, sodomizado y muerto el 20 de octubre del 2011; Zine El Abidine Ben Alí, dictador de Túnez (1987-2011), vive huyendo de su país para no enfrentar 66 años de prisión; Sadam Husein, el hombre que llegó al poder en 1979 en Irak, murió ahorcado el 30 de diciembre del 2006 tras ser derrocado por tropas estadounidenses; y Nicolae Ceausescu, dictador de Rumanía durante 24 años, y su esposa, Elena, fueron fusilados públicamente el 22 de diciembre de 1989.

Pol Pot, el dictador de Camboya, murió el 15 de abril de 1998 en una choza aislada cerca de la frontera con Tailandia; Jean-Bédel Bokassa, que se proclamó presidente vitalicio y autocoronó emperador de la República Centroafricana, fue derrocado, arrestado y juzgado por traición, asesinato, canibalismo y apropiación ilícita de fondos estatales, y murió víctima de un ataque cardiaco en noviembre de 1996.

Slobodan Milosevic, presidente de Serbia (1989-1997) y de Yugoslavia (1997-2000), acusado de crímenes contra la humanidad, genocidio y limpieza étnica, fue hallado muerto el 11 de marzo de 2006 en su celda en La Haya, cuando enfrentaba al Tribunal Penal Internacional (CPI).

Otros casos: Enver Hoxha, dictador de Albania, pasó los últimos años de su vida en silla de ruedas hasta su muerte el 11 de abril de 1985; Charles McArthur Ghankay Taylor, presidente de Liberia, primer jefe de Estado condenado por la CPI, cumple una condena de 50 años por crímenes de guerra y lesa humanidad; Juvénal Habyarimana, el ‘Invencible’ dictador de Ruanda (1973-6 de abril de 1994), murió al ser abatido por un misil en el avión particular en el que viajaba; Hosni Mubarak, que gobernó Egipto durante 30 años, fue sentenciado a cadena perpetua, pero nunca cumplió su condena.

Para terminar: Mengistu Haile Mariam, tirano de Etiopía (1974-1991), fue condenado a muerte en el 2008, pero vive en el exilio en Zimbabue; Robert Gabriel Mugabe, que estuvo 37 años en el poder de Zimbabue, es otro suertudo que vive a todo lujo en su propio país.

Los hasta aquí referidos son solo una muestra. No nos hemos referido a los casos del führer Adolf Hitler, que se suicidó y su cadáver cremado; al duce Benito Mussolini, fusilado y su cadáver exhibido públicamente junto al de su esposa, Clara Petacci, en abril de 1845; ni a Idi Amin Dada, el ‘Caníbal de Uganda’, que murió en el exilio en Arabia Saudita, el 16 de agosto del 2003.

Tampoco hemos olvidado la suerte no menos ominosa que corrieron los dictadores que nos tocó en suerte a los países latinoamericanos. Los evocaremos en la siguiente crónica.Veamos cómo terminaron sus días quienes creyéndose los nuevos ‘mesías’, salvadores de sus pueblos, se empeñaron en perpetuarse en el cargo. Citaremos solo a los más nefastos y recordados, y a quienes actuaron como tales en nuestro propio país. 

Anastasio ‘Tacho’ Somoza García, dictador de Nicaragua desde 1927, murió el 29 de setiembre de 1956, víctima de los cinco balazos que recibió ocho días antes. 

Anastasio ‘Tachito’ Somoza Debayle, hijo del anterior y último de la dinastía, autoritario y absolutista, gobernó entre 1967 y 1979, cuando fue derrocado. Se exilió en Paraguay, pero fue ametrallado el 11 setiembre de 1980 en una calle de Asunción. Murió con 25 impactos de bala en el cuerpo.

Rafael Leonidas Trujillo, cabeza de una de las tiranías más sangrientas del continente, gobernó República Dominicana durante 30 años y murió ametrallado el 30 de mayo de 1961. Él inspiró la novela La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.

Humberto Castelo Branco asumió el Gobierno de Brasil tras un golpe de Estado en 1964 y murió el 18 de julio de 1967 en un accidente aéreo.

Gustavo Rojas Pinilla cometió un golpe de Estado, gobernó Colombia entre 1953 y 1958, y murió de un infarto cardíaco el 17 de enero de 1975.

Fulgencio Batista, gobernante de Cuba (1940-1944), protagonizó un golpe militar en 1948 y asumió todos los poderes hasta fines de 1958, cuando huyó del país, se refugió, sucesivamente, en República Dominicana, Madeira y Guadalmina, donde murió el 6 de agosto de 1973.

Marcos Pérez Jiménez, presidente de facto de Venezuela (1952-1958), fue depuesto por un golpe militar. Se exilió en República Dominicana, Estados Unidos y España, hasta su muerte, el 20 de septiembre de 2001, tras sufrir un ataque al corazón.

Francois Duvalier, ‘Papa Doc’, fue presidente constitucional de Haití desde 1957 y dictador desde 1964 hasta su muerte, el 21 de abril de 1971, como presidente vitalicio. Su cuerpo fue desenterrado y apaleado ritualmente. 

Su hijo, Jean-Claude Duvalier, ‘Baby Doc’, lo sucedió en el poder hasta su derrocamiento en 1986. Murió el 4 de octubre del 2014, víctima de un ataque al corazón.

Augusto Pinochet, cabeza de la dictadura militar de Chile (1973-1990), murió el 10 de diciembre del 2006 antes de ser sentenciado por la Corte Suprema de su país.

Jorge Rafael Videla, gobernante de Argentina (1976-1981), fue condenado a cadena perpetua y confinado en una cárcel común, donde murió el 17 de mayo del 2013. 

Manuel Antonio Noriega, ‘Hombre fuerte de Panamá’, fue derrocado tras una operación militar orquestada por EE. UU. Purgó 20 años de prisión en este país y siete en Francia. Enfrentaba un juicio en su propio país, pero murió el 29 de mayo del 2017 tras una operación en la que se le extirpó un tumor cerebral.

Alfredo Stroessner gobernó Paraguay durante 35 años y murió el 16 de agosto del 2006 en su exilio en Brasilia por un mal pulmonar.

Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela desde febrero de 1999, murió en el poder el 5 de marzo del 2013, víctima de un cáncer.

Augusto B. Leguía, el mandatario que más años ha gobernado nuestro país (1908-1912 y 1919-1930), fue derrocado y murió el 7 de febrero de 1932 víctima de una bronconeumonía que contrajo durante su prisión en El Frontón y en el Panóptico.

Manuel A. Odría (1948-1956) tuvo mejor suerte que otros dictadores: nunca fue investigado por los actos de corrupción de su gobierno, y murió tranquilamente el 18 de febrero de 1974.

La historia no miente; demuestra que las malas prácticas gubernativas que eligieron en la creencia de que sus procesos tendrían un final feliz y que se rendiría culto a su memoria solo les garantizó el triste final que les tocó vivir.

La lista es más larga. La historia se encargará de evidenciarlos, pero por ahora corrobora lo que ya dijimos: los dictadores no cambian. Y no cambiarán mientras se sientan enviados de Dios. Nosotros sí sabemos cómo terminan.

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