No toda dictadura culmina de manera trágica, ejemplo de ellas fueron los finales de Juan Vicente Gómez en su lecho, Marcos Pérez Jiménez, que abordó en la Carlota el 22 enero en la tarde noche la famosa vaca Sagrada o Papa Doc, que abandonó pacíficamente Haití luego de la presión ejercida por los norteamericanos. Todas estas salidas incruentas tienen en común el entendimiento, por parte del dictador, que su tiempo ya estaba vencido y que lo más aconsejable para garantizar su integridad física era, como se dice en criollo, picar cabos.
Los ejemplos de finales trágicos, teniendo como resultado la muerte del tirano, son ampliamente conocidos y solo para recordar los más notorios están: Mussolini, Rafael Leonidas Trujillo, Sadam Hussein, Gadafi, Hitler (se suicidó, no le quedaba otra), Pol Pot, Mobutu y Ceaucescu. Otros, si bien no fueron asesinados fueron a prisión, como Milosevic y Noriega.
Es evidente que lo mejor para cada país sería que la salida fuese incruenta y que se hiciese, dentro de lo posible, en el marco constitucional o legal, pero eso sólo depende de la racionalidad y capacidad de entendimiento del dictador. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, la sed de poder los envanece y terminan creyéndose que podrán seguir gobernando por siempre.
Esperemos que las lecciones del pasado sirvan hoy a los que pretenden perpetuarse en el poder y entiendan que es preferible una negociación que les permita irse en paz, en vez de jugarse la suerte -y tal vez algo más- si se empecinan en querer seguir mandando cuando el pueblo ya no los secunda.
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