Por: Carmen Imbert Brugal
e-mail: imbert.brugal@gmail.comCuando estuvo en las salas de cines locales “Operación Walkiria”, la mención del 30 de mayo fue frecuente. El filme recrea el último intento realizado para derrocar a Hitler. Fue el 20 de julio de 1944, faltaban nueve meses para el suicidio del Führer.
Solo personas cercanas podían organizar el atentado del 30 de mayo de 1961 como el perpetrado en la Guarida del Lobo y así fue. En el caso alemán, el plan de los oficiales de las Fuerzas Armadas Unificadas, fracasó. El atentado contra Trujillo, no.
Claus von Stauffenberg, el aristócrata coronel cumplió con su misión. Primer eslabón del plan que incluía un golpe de estado. Tres veces entró con una carga de explosivos, al más que blindado cuartel del líder. Distintas causas impedían la detonación. Por su categoría, por las mutilaciones sufridas cuando combatía en África no resultaba sospechoso. Había perdido un ojo, la mano derecha, y varios dedos de la mano izquierda. Cuando logró el cometido Hitler salió ileso. Heridas leves, disminución de la audición, aunque estado anímico alterado y un temblor en la mano izquierda que lo atormentaba, fue la secuela.
Son episodios fundamentales de la historia del siglo XX, ese que fue marcado con cruces. Redactados con cautela en los libros de texto forjadores del pensamiento, durante la adolescencia. Recuento de batallas, de derrotas, peripecias del Eje y la Gran Alianza. Todavía el desglose del horror no se difundía. Comenzó después. Y como el recuento de la atrocidad puede ser fascinante, tal como atrae la sensación frente al precipicio, las lecturas se multiplicaron. Textos emblemáticos para la iniciación y el conocimiento. Impactantes entonces cuando poco se conocía de los campos de concentración nazi. De “El Breviario del Odio” a “Auschwitz”, LeonPoliakov, muestra la ilimitada capacidad para dañar, en procura de un “ideal”. La convicción y satisfacción de los ejecutores de aquello. Los análisis posteriores acerca de sus personalidades, de los motivos y razones, pueden entretener, pero, como se atrevió a declarar la filósofa Hannah Arendt: “… estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron y siguen siendo, terroríficamente normales.” Ella estuvo presente en el proceso contra Eichmann, enviada por The New Yorker. Resumió su experiencia en un libro con el más que manoseado subtítulo “Un estudio sobre la banalidad del mal”.
Los gestores del genocidio, los creadores de “la solución final”, podían lavarse las manos para diluir la sangre y descorchar una botella, para brindar por la vida. Así lo confiesan. Cantar con sus hijos, besar a sus madres, después de revisar las montañas de cadáveres. En el libro Auschwitz, Poliakov publica la entrevista de un psiquiatra a Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz, con experiencia en Dachau y el sicario dice: Soy completamente normal. Incluso cuando hacía trabajos de exterminación, llevaba una vida familiar normal (página 163, Ediciones oikos-tau 1966) y expone el recurrente alegato de todos: “Estábamos tan acostumbrados a obedecer las órdenes que la idea de negarse a cumplirlas no se nos había ocurrido… Y no podía preguntarme si aquello era bueno o malo. Parecía solo una necesidad…” op. cit.
Los torturadores criollos, nunca hablan ni hablaron. Otros lo hicieron por ellos. Relatan, inventan, dice que le dijeron. Matarifes, asesinos, violadores, jamás confesaron sus penas, exorcizaron sus culpas ni justificaron sus hechos.
El documental, servido por Netflix, “Hitler: Círculo del Mal”, permite recrear lo aprendido. Cotejar, reflexionar. La crítica comenzó desde el primer capítulo, es tan severa, como encomiables los halagos. Los más inflexibles exponen que, 73 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la narración no debe ser superficial. Intuyen un acotejo para que los consumidores de frivolidad urgente, esos sabios parapetados tras el tuiteo obsesivo, se interesen por hechos gravísimos, sin mayores consecuencias que un adjetivo feliz. “Es una historieta novelada, no un documental” afirman. Empero, la serie permite el repaso, la revisión de conclusiones. Después será el relato de la traición. Perversión presidida por la intriga, que convierte en áspid a los humanos y envenenando, envenena.
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