Por Julio Diaz Sosa
Durante años algunos políticos, economistas y hacedores de políticas públicas en la región latinoamericana y el mundo han enarbolado la bandera de la legalización de las drogas en todos sus tipos. Esta iniciativa revolucionaria surgió a raíz del recrudecimiento de la violencia generada por el narcotráfico y su expansión durante la década de los 80 encabezada por Pablo Escobar y el cártel de Medellín.
Esa violencia fue financiada por los recursos económicos provenientes del tráfico internacional de drogas a los grandes mercados de consumo del mundo como son: los Estados Unidos y Europa. La gran cantidad de recursos que genera el tráfico de drogas ha permitido financiar no sólo la violencia, sino también ha permeado instituciones democráticas y los mercados financieros internacionales. En este artículo nos vamos a enfocar en analizar cómo legalizando las drogas y su estructura mercantil, se podrá reducir su poder económico y consigo la reducción de la violencia y el consumo.
De acuerdo con estimaciones realizadas por la organización Global Financial Integrity (GFI), con sede en Washington, DC, el tráfico ilegal de drogas generó 652 mil millones de dólares en el año 2018. Como podemos ver es una cantidad de recursos considerable. Por tal razón, los países no pueden dedicar su presupuesto a una lucha frontal en contra de este flagelo que genera más recursos que los Estados que lo combaten. Sólo los Estados Unidos destina al año para combatir el narcotráfico entre 85 y 90 mil millones de dólares.
La legalización de las drogas y de su estructura económica será vital para reducir los niveles de violencia que genera el narcotráfico. Bajo ese esquema de legalización, los cárteles que comercialicen este producto pagarían impuestos sobre la renta por sus utilidades netas, como cualquier empresa.
Estas tributaciones bajo el esquema de la legalización van a contribuir a que los cárteles reduzcan la oferta de estupefacientes, y harán de este un producto con la demanda más elástica, es decir que cuando el precio aumente, traiga consigo una disminución de la demanda, debido a las características de sus consumidores.
Las características de los consumidores de drogas son muy similares a aquellos que consumen alcohol y otros bienes y servicios, por la siguiente razón: hay consumidores de drogas que la consumen por simple placer y porque tienen un ingreso disponible alto, que hacen que las drogas sean un bien de lujo para darles placer simplemente. Por otra parte, hay consumidores que la consumen por el precio que tienen, que es asequible para sus ingresos, que de no serlo dejarían de consumirla.
Finalmente, los que tienen un nivel de adicción bien alto, para ellos la demanda será más inelástica, que no importa su precio la consumirán de todas maneras, pero estos consumidores tienden a ser menos en términos porcentuales en el universo de consumidores. Y otros que por escasez simplemente dejarían de consumirla. Estas mismas características las podemos percibir en los consumidores de alcohol después de su legalización.
Los críticos de la legalización enarbolan la bandera del impacto social que tendría dicha política. Como explicamos anteriormente, los consumidores de drogas tienen características homogéneas en relación a los consumidores de alcohol y otras sustancias.
Los ingresos fiscales de los gobiernos aumentarían de manera exponencial cuando se inicie la implementación de la legalización, debido a las tasas impositivas que gravarían dicho producto. Aunque vaya disminuyendo la demanda y por ende la oferta, de igual manera los ingresos tributarios irán cayendo.
Pero estos ingresos tributarios deben ser utilizados por los gobiernos para atender aquellos que pertenecen a los grupos de ingresos más bajos, para calmar su adicción y los problemas de salud por consecuencia del consumo de estupefacientes, y lo que llegan a esos extremos son la minoría de los consumidores. Por ejemplo, hay banqueros de Wall Street que inhalan cocaína; tienen altos ingresos, acceso a un buen sistema de salud, están casados y tienen una situación de vida estable.
Muchos de ellos posteriormente dejan de consumir cocaína y tenemos la impresión de que ellos disfrutan su consumo. Por tal razón, la adicción llega por otras vías y no precisamente por el consumo. Sin embargo, hay personas que fuman crack y llevan vidas muy diferentes a las de los banqueros de Wall Street; son personas con bajos ingresos, sin trabajo y con mala salud. Muchas de estas personas llegan a un triste final. Pero la cocaína no tiene la culpa de eso sino las pésimas vidas de esas personas.
Conclusiones
La prohibición de las drogas es la peor solución para prevenir el abuso. En primer lugar, provoca el surgimiento de un mercado negro que es corrupto y cuesta vidas humanas. En segundo lugar, limita a las personas que no abusarían de las drogas. En tercer lugar, prohibir las drogas es costoso. La prohibición lleva a la violencia.
Al hacer inevitable un mercado negro, se genera violencia porque los conflictos entre las partes involucradas en el tráfico de drogas no pueden resolverse por medios legales dentro del sistema judicial. Se ven obligados a un mundo crepuscular en el que tienen que dispararse unos a otros en lugar de contratar abogados y llevar el asunto a los tribunales.
Hay estudios que muestran que el nivel de violencia se reduce cuando el Estado deja solo el tráfico de drogas, la razón es que los traficantes de drogas tienen menos disputas. Por otra parte, en un estudio realizado por la Universidad de Harvard, que sólo en los Estados Unidos la tasa de homicidio por consecuencia de esa medida podría reducir la tasa de homicidios en un 25% si las drogas fueran legales.
Los gobiernos del mundo en especial los de México, Colombia, y de los países centroamericanos no pueden seguir gastando cantidades infinitas de recursos económicos para combatir este flagelo, porque no cuentan con la cantidad disponible para enfrentarlos, y a la vez obvian las responsabilidades sociales que tienen para con sus pueblos.
Los índices de violencia son totalmente alarmantes en estos países, por ejemplo, en México cuando el expresidente Felipe Calderón tomó el poder a finales de 2006, y le declaró una guerra frontal al narcotráfico esto trajo como consecuencia más de 50 mil muertes durante su sexenio, más muertes que en Irak y Afganistán en dicho período.
Estos niveles de violencia y destrucción no pueden seguir en nuestras sociedades y es hora de que los políticos de todo el mundo, en especial los de Estados Unidos y Europa que son las zonas con los mayores consumidores, deben iniciar a sopesar las consecuencias de las políticas del estatus quo como el combate militar, que han costado cientos de miles de millones de dólares, sin ningún resultado visible. Para lograr acabar con el poder económico y militar del narcotráfico, será través de la legalización de las drogas y su estructura económica, lo único que hace falta para lograrlo es voluntad política.