Adriano Miguel Tejada
Quizás el más grave defecto de los dominicanos es la tendencia a posponer lo importante para un eventual día ideal en que las cosas se arreglarán solas.
Es lo que se llama procrastinación, que es definido como “la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.”
“Se trata de un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción por realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). El término se aplica al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente sin tener una fuerza de voluntad para concluirla. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro sine die idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.”
Muerto Trujillo dejamos las cosas como estaban, gracias al “borrón y cuenta nueva”. No transformamos ni siquiera a la policía ni al ejército de la dictadura, lo que, a la larga nos trajo una guerra civil y los “doce años”.
No transformamos el sistema económico y, por el contrario, hicimos nuevos ricos a los políticos, pues cada gobierno se distinguió por su corrupción y los millonarios que creó, y no por la institucionalización del país.
Lo toleramos todo en nombre de una paz violenta, llena de delincuentes y hasta nos bebimos unos tragos con cuanto narcotraficante y contrabandista ha pasado por aquí.
Ahora estamos pagando el precio de no tomar las decisiones difíciles pero necesarias. ¿Cuál es la salida?
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