Francisco Franco eludió tantas veces a la muerte que se ganó a pulso la leyenda que le rodeaba y que se forjó a sangre y fuego en el norte de África. Aquella que afirmaba que tenía «baraka», una especie de bendición divina que, atendiendo a los musulmanes que combatieron junto a él en el Rif cuando no era más que un mero teniente de Regulares, impedía que nada ni nadie acabase con su vida. El futuro Jefe del Estado, sin embargo, prefería atribuir este «toque divino» a la Providencia.
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