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jueves, 29 de mayo de 2014
La aristócrata que disparó a la nariz de Mussolini
Por: Manuel Morales | 29 de mayo de 2014
Ficha policial de Violet Gibson tras su detención. Imagen cedida por Capitán Swing.
¿Era complicado pegarle un tiro a Benito Mussolini? La multitud aclamaba en la romana plaza del Campidoglio al hombre que gobernaba Italia. La aristócrata irlandesa Violet Gibson, de 50 años, tenía a unos pasos a Il Duce, que acababa de salir del palazzo dei Conservatori de dar un discurso. Eran las once de la mañana del 7 de abril de 1926. Violet se acercó, empuñó su arma y mientras Mussolini levantaba el brazo para hacer el saludo fascista, ella alzó el suyo y disparó a quemarropa con su revólver Lebel, del ejército francés. Esta mujer pudo cambiar la historia pero su mala puntería y una bala encasquillada dejaron el intento de magnicidio en un rasguño en la nariz del líder. La historia de Gibson, una mujer imbuida de un exacerbado sentimiento religioso y perteneciente a una familia de la alta nobleza de Irlanda, no tuvo un gran seguimiento de los historiadores quizás porque desde el principio se la tachó de "solterona con problemas mentales". En 2011, la periodista inglesa Frances Stonor Saunders (1966) reconstruyó su vida en La mujer que disparó a Mussolini, una biografía que ha publicado en castellano a comienzos de este año la editorial Capitán Swing.
Gibson pertenecía a una familia rica. Su padre ocupaba un escaño en la Cámara de los Comunes y fue nombrado lord Ashbourne. Violet siguió la tradición, presentaciones en la corte, bailes, actos sociales... hasta que decide abrazar el catolicismo para disgusto de su familia de fe anglicana. Es en esa etapa cuando Gibson comienza a sufrir problemas de salud, desórdenes nerviosos que espera curar en Roma, cerca del Papa. Allí, sin embargo, ahonda en su desorientación, se agrava su estado hasta un intento de suicidio en febrero de 1925. Después se convence a sí misma de que Dios le ha encomendado la misión de matar al Duce o al Papa. "Era contrario a la voluntad de Dios que Mussolini continuara existiendo", declaró después en el juicio.
Stonor, que comenzó su trayectoria como realizadora de documentales en la BBC, trufa su relato de interesantes documentos oficiales: cartas personales, informes policiales, comunicaciones diplomáticas, artículos periodísticos, partes médicos... Además de contar la vida de Violet, esta historiadora aprovecha para trazar en paralelo algunos fragmentos de la de Mussolini: el niño conflictivo, el profesor que pega a sus alumnos, el hombre que huye a Suiza para eludir el servicio militar. A su vuelta, su charlatanería y proclamas contra el Gobierno de Italia le llevan a subir peldaños en el Partido Socialista hasta lograr su dirección.
La autora también establece comparaciones entre las vivencias de Violet con las de otros personajes de su época, Virginia Woolf, Scott Fitzgerald, Ezra Pound... sin embargo, las prolijas y numerosas referencias hacen farragosa en ocasiones la lectura del libro porque diluyen el relato sobre Gibson.
La labor de Stonor de desenterrar textos de la prensa y declaraciones de figuras políticas permite constatar hasta qué punto era vista con buenos ojos la figura de Mussolini, con especial admiración del entonces canciller Winston Churchill. A Il Duce se le consideraba un freno para la amenaza del comunismo. "El establishment británico nunca percibió que Mussolini podía ser más peligroso que Violet Gibson", apunta Stonor Saunder.
Mussolini, con las huellas en su cara del atentado de Gibson. / CAPITÁN SWING
El intento de Gibson de asesinar a Mussolini no fue el único perpetrado contra el hombre que quería emular a los emperadores de Roma. En los meses anteriores hubo una tentativa abortada (el socialista Zaniboni fue detenido antes de que pudiera disparar desde la ventana de su hotel). Después de la de Gibson sucedieron otras dos, protagonizadas por un anarquista que lanzó una granada de mano y un joven de 15 años que fue linchado de inmediato. Stonor subraya que estos atentados aceleraron la transformación de Italia en un Estado fascista, con nuevas leyes que acabaron con cualquier atisbo de disidencia.
La mujer que disparó a Mussolini recuerda la pantomima de juicio al que fue sometida Gibson. Mientras la prensa se esforzó en mostrar a un magnánimo Duce que quitaba importancia a lo sucedido, la diplomacia británica hizo todas las reverencias necesarias para no disgustarle. Lo más doloroso para Gibson fue el olvido de su familia, avergonzada por tener a una desequilibrada que había querido acabar con alguien tan importante. Tras casi un año de cárcel, sometida a humillantes pruebas psiquiátricas y físicas (examen de su útero incluido) fue puesta en la frontera de Italia con Francia y en cuanto pisó suelo inglés le diagnosticaron en solo unos minutos "locura delirante con paranoia".
La última parte del libro resume los casi 30 años que Violet pasó en el manicomio de Saint Andrew, en Northampton, donde cursó reiteradas peticiones, todas despreciadas, para que la dejasen descansar en un centro religioso. La periodista aprovecha para mostrar cómo eran aquellos lugares, "para volverse uno loco", los tratamientos contra las enfermedades mentales y algunas de las delirantes teorías médicas. Es aquí donde Stonor no disimula el cariño que sintió por su biografiada. Ni muerta se respetó el deseo de Stonor de dónde debían reposar sus restos. No se hizo pública su muerte. Ni amigos, ni nadie de su familia acudió al entierro. Todos querían olvidar a Violet Gibson.
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Biografías y memoriasFascismoHistoria contemporáneaHistoria de EuropaLibrosManuel MoralesmujeresMussoliniSiglo XX
Hay 2 Comentarios
No he podido evitar pensar en Berlusconi y el "atentado" que sufrió con la estatuilla, ja, ja. Misma clase de persona déspota y egocéntrica, y misma zona de agresión... Increíble historia, si Violet hubiera tenido éxito, qué diferente sería ahora Italia, incluso España, pff
Publicado por: Ángela | 29/05/2014 10:17:56
Madre mía que vida más dura la de esta mujer. Muy interesante.
http://areaestudiantis.com
Publicado por: AreaEstudiantis | 29/05/2014 8:54:13
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SOBRE LOS AUTORES
Coordinadora: Tereixa Constenla. Periodista de EL PAÍS. Descubrió la Historia en 2008, cuando aterrizó en la sección de Cultura, y comprobó que el pasado era un filón para el presente.
Isabel Burdiel recibió el Premio Nacional de Historia en 2011 por su biografía sobre Isabel II. Es especialista en liberalismo europeo del siglo XIX y catedrática de la Universidad de Valencia. "Para que sirva para algo, la Historia no tiene que quedarse en el círculo de especialistas", sostiene.
Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, defiende, como Eric J. Hobsbawm, que los historiadores son "los 'recordadores' profesionales de lo que los ciudadanos desean olvidar". Es autor de una veintena de libros sobre anarquismo, Guerra Civil y siglo XX.
Manuel Morales es periodista de EL PAÍS y profesor de Periodismo Digital en la Escuela de EL PAÍS/UAM. Para liberarse de tanta actualidad busca refugio en historias del pasado, sobre todo las que han dejado huella en la fotografía.
María José Turrión fue la primera directora del Centro Documental de la Memoria Histórica, creado sobre el esqueleto del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca. Cree firmemente que los archivos contribuyen "a la salvaguarda de los derechos humanos y al desarrollo pleno de las democracias".
Javier Herrero es documentalista de EL PAÍS y licenciado en Historia Moderna y Contemporánea. Le interesa indagar en los antecedentes históricos de acontecimientos que saltan a la primera línea informativa.
Eduardo Manzano Moreno es profesor de investigación del CSIC y autor de numerosos libros sobre Al-Andalus, la Edad Media y la memoria histórica. Cree en el poder transformador del conocimiento histórico y en la necesidad de forjar una conciencia que nos convenza de que se pueden cambiar las herencias recibidas.
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