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miércoles, 20 de julio de 2016

Trump, candidato de una neurosis colectiva


Por Segundo Imbert Brugal. 20 de julio de 2016 - 12:07 am -  
Pero ahora necesita más que dinero; quiere lograr un triunfo que supere a todas las anteriores, quiere un orgasmo narcisista: la presidencia de la nación.
Segundo Imbert Brugal

Segundo Imbert Brugal

Psiquiatra, observador socio- político, opinador. Aficionado a las artes y disciplinas intrascendentes de trascendencia intelectual.
La  presidencia de Barack Obama  fue  precedida por  guerras  en medio oriente, el mayor ataque  terrorista de la historia, y una debacle económica impensable para el norteamericano promedio. Estos hechos, junto a  otros,  vienen descolocando el espíritu optimista y confiado que  una vez caracterizó al  llamado “Imperio americano”. El fracaso militar, iniciado en Vietnam, ha sido reiterado y,  como si  fuera poco,  enfrentan  Al Qaeda, ISIS, y un  terrorismo  a  vuelta de  esquina.
Mientras todo esto ocurre,  traspasan las grietas fronterizas 11 millones  de emigrantes  ilegales. Sin duda, es una sociedad abrumada, traumada.  No  exagero al afirmar que estamos siendo testigos de  una “neurosis colectiva” en Norteamérica.
El comercio  globalizado humilla  la clase obrera, antaño  empleada y  prospera; señalan al empresariado como responsables de su desgracia económica por desplazar  manufacturas al tercer mundo. Se desvanece “el sueño americano” y esa sensación de invulnerabilidad y seguridad  de quienes habitan la gran nación democrática.
Cada vez más, hombres y mujeres blancas, conservadores, ve en el  multiracismo, simbolizado por un presidente negro una creciente  amenaza. El indetenible aumento de extranjeros,  y el terrorismo perpetrado por yihadistas intramuros, algunos nacionalizados, certifican el anatema.
Donald Trump, billonario carismático  a quienes muchos consideramos peleador de  tres asaltos, prototipo del “businesman “,  rompe con lo políticamente correcto socavando exitosamente  defensas que mantuvieron  la neurosis colectiva  a raya. Convierte, día a día,  lo que fuera una ebullición subterránea en erupción volcánica visible. Ha ignorado el clásico proverbio anglosajón “let sleeping dog lie” (“no despierte al perro que duerme”).
Este inteligente, inculto e impulsivo empresario, profesa la  religión del éxito económico, su templo  es el país en el que pontifica a su gusto.  Pero ahora necesita más que dinero;  quiere lograr un triunfo que supere a todas las anteriores, quiere un orgasmo narcisista: la presidencia de la nación.  Lanza ideas y consignas sin parar en mientes.  Impulsivamente, desdeña  lógica y  realidad. Actúa a la medida del trastorno colectivo. Quiere provocar, y lo va logrando, la imagen de un redentor.
Buscar  chivos expiatorios, soluciones instantáneas y líderes infalibles es parte de la distorsión  neurótica.  Salen de las catacumbas el fundamentalismo blanco, la xenofobia, el neo nazismo. La gente  corre a comprar armamentos para defenderse “del enemigo” (en USA se han acumulado trescientos  diez millones de armas en manos de civiles, incremento exponencial a partir del 2014).  Para  rellenar esa  angustia existencial -identificada por filósofo Soren Kierkegaard-  reverdesen  fantasías de un nuevo esplendor imperial encabezado por algún  profeta.  “Lets make America great again”, vocifera Trump día y noche.
Es en esta atmósfera de miedo, frustración, derrota e inseguridad económica, que hacen su agosto  grandes demagogos sintonizando sentimientos primarios alejados del buen juicio. El magnate inmobiliario es un exitoso atizador de miedos;  promete  paraísos y grandezas perdidas; reivindicará la raza europea. Este pragmático, visceral y engreído  personaje, ha despertado  fieras dormidas. Le creen amigos de pobres, enemigos de ricos,  exterminador  de musulmanes y mexicanos, restaurador de seguridades y riquezas.
Hace un par de días anunció a su compañero de boleta: un republicano adepto  al “Tea party”, cristiano ortodoxo, sentado a la derecha de su propio partido. Intolerante conocido, promotor  y representante del establishment al que  Donald Trump dice combatir. Esa selección es otra de las incontables sin razones y contradicciones de ese hombre que podría llegar a ser presidente de Estados Unidos de América.  Pero nada de eso importa cuando las masas pierden la cordura.

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