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miércoles, 29 de junio de 2016

El franquismo como censor del ‘boom’ latinoamericano

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Desde la izquierda, García Hortelano, Carlos Barral, García Márquez, y Vargas Llosa; la derecha, José María Castellet, en 1970 en Barcelona. EFE
Después de que en 1967 la censura franquista prohibiera la publicación en España de la novela Cambio de piel, de Carlos Fuentes, la editorial Seix Barral recibió unos meses más tarde la noticia de que tampoco podría traer Rayuela, deJulio Cortázar. El año anterior, el escritor chileno Luis Harss había presentado a ambos autores junto a otros ocho en Los nuestros, un libro de entrevistas quetrascendería por anunciar el nuevo canon de la literatura latinoamericana. La obra de Harss, que anticipó una revolución que se abrió paso entre los lectores españoles por las audacias de las editoriales contra los diques morales, religiosos y políticos de Franco, cumple este año medio siglo. La dictadura retrasó, sin embargo, la entrada de algunos autores del boom más de una década, aunque a otros, como a García Márquez, jamás les cambiaron ni una sola palabra.
Los censores, que evaluaban si cada nuevo libro atacaba “a la moral, a la Iglesia o al Régimen” —según el Archivo General de la Administración—, “aconsejaron” suprimir ocho páginas de Rayuela en 1967. El director de Seix Barral,Carlos Barral, escribió como protesta al director general de Información, Carlos Robles Piquer, jefe de la censura: “Empleo buena parte de mis posibilidades editoriales en una operación de integración de las distintas narrativas hispánicas [y] me preocupa gravemente el problema de la balcanización de la literatura en lengua española”. La respuesta del funcionario sugería que Cortázar aceptaría los cambios —aunque la primera edición española del libro llegó siete años después con Círculo de Lectores— y hacía una irónica declaración de principios: “Deseo vivamente una mayor comunicación mutua entre todas las literaturas de lengua castellana”.
También fue retrasada la entrada en España del escritor mexicano Carlos Fuentes. Aunque en 1966 llegaron 17.000 ejemplares de La muerte de Artemio Cruz, los censores ya habían rechazado hasta entonces tres obras suyas —incluida Cambio de piel—. Los intentos en 1960 de la editorial Hispano-Americana de exportar a España 50 ejemplares de La región más transparente y otros tantos de Las buenas conciencias fueron repelidos. La primera fue tachada en el informe de “atea, [con] alusiones políticas contrarias al régimen, [y] descripciones fuertemente lascivas”, y la segunda presentaba a “personas religiosas como hipócritas, y con frases inconvenientes y escenas de burdel”.
No fue hasta 1973 y 1975 cuando estas dos obras de Fuentes llegaron a España. La demora que afectó al escritor mexicano también la padeció la obra Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que fue rechazada en 1955, el año de su publicación. “Hay descripciones crudas de situaciones inmorales”, escribió el censor. Los 200 ejemplares que la editorial Hispano-Americana pretendía exportar a España se quedaron, sin remedio, al otro lado del Atlántico.

LA LISTA DE ‘LOS NUESTROS’

'Los nuestros' es un libro de entrevistas que anunciaba el nuevo canon de la literatura latinoamericana:
  • Carlos Fuentes (Panamá, 1928 — Ciudad de México, 2012)
  • Julio Cortázar (Bruselas, 1914 — París 1984)
  • Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 — Ciudad de México, 2014)
  • Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936)
  • Juan Rulfo (Sayula, México, 1917 — Ciudad de México, 1986)
  • Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 — Ginebra, 1986)
  • Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909 — Madrid, 1994)
  • Alejo Carpentier (Lausana, Suiza, 1904 — París, 1980)
  • Miguel Ángel Asturias (Ciudad de Guatemala, 1899 — Madrid, 1974)
  • João Guimarães Rosa (Cordisburgo, Brasil, 1908 — Río de Janeiro, 1967)
Hasta 1969, la novela de Rulfo, que el premio Cervantes Álvaro Mutis entregó como un ejemplo de gran literatura a su amigo García Márquez —“Ahí tiene, para que aprenda”, le dijo—, no entró en España. Como La región más transparente y Las buenas conciencias,Pedro Páramo fue prohibida en la década de los cincuenta y aprobada en torno a los setenta. La llegada de Manuel Fraga en 1962 al Ministerio de Información propició una mínima apertura con la Ley de Prensa de 1966. “Ese año se suprimió la censura previa y se podía publicar lo que se quisiera, pero el franquismo se reservaba el derecho a parar las tiradas si creía que una obra atentaba contra el régimen. Los editores, que no estaban obligados a presentar los libros, los siguieron mostrando para no imprimir uno y luego ver cómo se paralizaba. En esos años se siguieron censurando muchas obras”, explica Xavier Ayén, autor deAquellos años del boom.
A pesar de la censura, el empuje de las editoriales permitió que muchas novelas tachadas por el franquismo entrasen de contrabando. Miguel Visor, distribuidor y librero desde 1959, recuerda cómo metían los libros prohibidos en la zona baja de las cajas de importación, con obras permitidas por encima, y "así de fácil" los introducían: "No había librería que en aquellos años no tuviera una sección pirata. Estas novelas las teníamos escondidas y las vendíamos a gente de confianza. Recuerdo que vendí muchos ejemplares deCambio de piel".
Los censores que tantos quebraderos de cabeza dieron a Fuentes o a Rulfo nunca enturbiaron a García Márquez: ni un solo libro suyo fue trastocado por los franquistas. El escritor colombiano llegó a España en 1962, con La mala hora, su tercera novela, pero no sería hasta después de la publicación en 1967 de Cien años de soledad cuando su obra llegaría en cantidades industriales. En 1969, la editorial Círculo de Lectores solicitó publicar 5.000 volúmenes de este libro debido a “la premura con que los clientes” pedían más.
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Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García Márquez y José Donoso, en los 70.
El censor escribió que la historia de la familia Buendía no representaba ningún problema político: “Ideológicamente, tampoco. Moralmente, presenta un ambiente en el que predomina la inmoralidad. Sin embargo, no se incurre en descripciones escabrosas ni inmorales”. El lector 21 (nombre burocrático de ese censor), el mismo que había prohibido en 1960 Las buenas conciencias, autorizó la obra y terminó el informe con una valoración literaria: “Como novela, muy buena”. Solo Jorge Luis Borges recibiría una aceptación tan incondicional en los informes de algunos de sus libros. El Aleph pasó en 1969 —tras 20 años de su publicación— sin objeciones, y su autor quedó coronado por el lector 31 como “uno de los más grandes líricos de la lengua española”.
La novela La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, se publicó en España en 1963 solo tras la mediación de José María Valverde —jurado del premio Biblioteca Breve 1962 que ganó esta obra—, la del propio Vargas Llosa y la lectura de Robles Piquer. El autor corrigió los ocho párrafos señalados por los censores sin dejar de asumir una defensa de la libertad creadora en una carta al funcionario del régimen: “Esto en nada modifica mi oposición de principio a la censura la creación literaria debe ser un acto eminentemente libre, sin otras limitaciones que las que le dictan al escritor sus propias convicciones”.

DIEZ AUTORES CON DISTINTAS REPERCUSIONES

Los nuestros anticipó el nuevo canon de la literatura latinoamericana, pero no todos los autores de los que habló Harss en este libro consiguieron ser referencias posteriores. El escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el brasileño João Guimarães Rosa tuvieron una repercusión menor que la de sus compañeros de generación Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti y Juan Rulfo.
Asturias entró en España en 1949 con 100 ejemplares de la novela El señor presidente, que fue autorizada, según el censor, "por su indiscutible valor literario", aunque en el informe se señalaba que era una novela racista y de tonos fuertes. Guimarães llegó en 1967 con Primeras historias. El informe del lector autorizó la obra sin comentarios.
El cubano Alejo Carpentier, sin embargo, fue una referencia tanto para los autores del boom como para escritores posteriores. El 9 de octubre de 1964, Seix Barral pidió permiso por primera vez a los censores para publicar El siglo de las luces, una de las mejores novelas de Carpentier. La editorial tuvo que zafarse de cuatro censores, hasta que el 24 de junio de 1965, ocho meses más tarde, el lector franquista 24 autorizó al fin la publicación del libro con correcciones.
El siglo de las luces, que cuenta la vida del personaje histórico Víctor Hughes, que llevó la Revolución francesa y las ideas liberales al Caribe, llegó a España después de que el editor Carlos Barral mediase con cuantas cartas pudo con el jefe de la censura. Durante la travesía para publicar esta novela, los censores escribieron en sus informes que la obra “aprovecha toda oración para denigrar a la Iglesia con irreverencias, y a España por su catolicismo”, que “está penetrada de expresiones e ideas volterianas en absoluta contradicción con la mentalidad española” o que “a la pobre Iglesia se la vapulea bien”.

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