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miércoles, 4 de mayo de 2016

La verdadera historia de la captura de Eichmann, el nazi más buscado

El espionaje alemán tenía informes de Eichmann en Argentina desde 1952, ocho antes de que fuera secuestrado en Buenos Aires por el Mossad israelí.

El nazi más buscado después de la caída del Tercer Reich en 1945 fue localizado y secuestrado en Argentina por el Mossad, el servicio secreto de Israel en 1960. O al menos así se dio a conocer entonces, cuando las autoridades israelíes publicitaron la captura del teniente coronel de las SS, responsable de las deportaciones en trenes de millones de judíos a los campos de exterminio.
Los detalles comenzaron a desgranarse con los años conformando un relato novelesco con ingredientes melodramáticos de telefilm: a Eichman lo localizaron porque su hijo Klaus se enamoró en Buenos Aires de Silvia Hermann, cuyo padre había emigrado huyendo de la persecución de los judíos a finales de los años treinta.
Klaus y Silvia mantuvieron una relación amorosa hasta que su padre, Lothar, sospechó de los orígenes de su compatriota y descubrió la verdadera identidad de Ricardo Klement: Adolf Eichmann. Lothar enviaría a su hija posteriormente a estudiar al extranjero -con gran sacrificio- para apartarla de la familia nazi. El primero en desvelar el origen de la identificación de Eichmann en Argentina, Lothar y el papel de Fritz Bauer fue Michael Bar-Zohar en su obra The Avengers(1967), tal y como investigó la historiadora alemana Bettina Stangneth.
Más tarde sería el propio Issel Harel, jefe del espionaje israelí cuando se produjo la captura de Eichmann el que acabaría de dar forma a la historia en su libro La casa de la calle Garibaldi: La captura de Adolf Eichmann (1975).
Pero era sólo el principio de la densa madeja. Lo que se empezaba a conocer era que Fritz Bauer, el jurista judío que había luchado en su país por derribar el muro de silencio que había levantado el canciller de la nueva República Federal de Alemania, Konrad Adenauer, dio con el más anhelado de sus desvelos: una carta desde Buenos Aires de Lothar Hermann confirmando la identidad de Adolf Eichmann, segundo de Richard Heydrich, uno de los arquitectos del Holocausto junto a la máxima autoridad de las SS, Heinrich Himmler y el propio Adolf Hitler.

Las dudas de Israel

Lo que no había trascendido cuando Israel abrió con el juicio de Eichmann en Jerusalén la caja de la barbarie nazi olvidada con el paso de la Guerra Fría, fue que el Mossad llegó a Eichmann gracias al fiscal alemán, quién traicionó a su país al facilitar información confidencial a un estado extranjero. Tampoco que los agentes israelíes hubieran desechado por dos veces que el hombre que señalaba Lothar Hermann fuera Adolf Eichmann y que durante algún tiempo fuera buscado en El Cairo. Harel envió a uno de sus veteranos agentes, Ephraim Hofstaedter, para que interrogara a Lothar y averiguara la verdad sobre las revelaciones hechas a Fritz Bauer por carta. Su primer encuentro fue un golpe duro de digerir. Hofstaedter descubrió en Buenos Aires que Lothar estaba ciego: el testigo que decía haber identificado a Eichmann, ni siquiera veía.
Los agentes del Mossad llegaron a la conclusión de que el ocupante de la casa en la calle Garibaldi era Francisco Schmidt, que era, en realidad, el dueño de la vivienda, pero no su inquilino. Lothar estaba en lo cierto, pero sus pruebas no convencieron a los israelíes. Bauer, que no dudó de Lothar durante la investigación siguió insistiendo en que la identidad de Klement era la tapadera de Eichmann.
La antigua cruz gamada proyectaba otras sombras: el que sería jefe de la BKA -la policía criminal alemana-, Paul Dickopf, había pertenecido a las SD, el servicio de inteligencia de las SS, Reinhard Gehlen, el jefe de los servicios secretos alemanes (BND) durante la etapa de Adenauer, había sido máximo responsable del espionaje nazi en el Frente Oriental y el propio jefe de la cancillería, Hans Globke, tenía también un pasado salpicado en las consignas del Reich.
Naturalmente, Fritz Bauer, que iniciaría el primer proceso en Alemania contra los responsables de Auschwitz era consciente de los obstáculos que encararía en Alemania.

Un secreto a voces

Lo más grave sin embargo es que mientras el Mossad y Bauer realizaban toda clase de pesquisas respecto a Eichmann, el servicio secreto alemán lo tenía localizado desde al menos seis años antes. El documento, al que tuvo acceso un agente de la CIA de EEUU era una ficha desde 1952 sobre las actividades de Eichmann en Argentina, en el que añadía que se podía obtener su dirección a través de Eberhart Frisch, dueño de la revista bonaerense 'Der Weg'. El informe, según Stangneth, explicaba, además, cómo Eichmann había llegado a Buenos Aires vía Roma con el nombre falso de Klement. Se pidió a la embajada alemana en Argentina que reportara cualquier información sobre él, pero no se pronunciarían hasta después del secuestro por parte de los agentes israelíes.
El milagro alemán, la amenaza soviética y el nuevo orden mundial, con EEUU a frente del bloque capitalista habían enterrado al nacionalsocialismo, hasta que Ben Gurion lo llevó al primer plano de la actualidad mundial con el juicio televisado de Eichmann en Jerusalén. Las víctimas y los testimonios del horror en los campos emergieron de nuevo en un desfile de testigos que, en muchos casos, no tenían estrictamente nada que aportar a la causa criminal contra Adolf Eichmann, como explicaría Hanna Arendt en su controvertida obra Eichmann en Jerusalén. La banalidad del mal pero que devolvieron al mundo las atrocidades cometidas durante el periodo nazi. Las autoridades alemanas se negaron a pedir la extradición de Eichmann, lo lógico puesto que se trataba de un ciudadano alemán, y una buena parte de sus crímenes se habían cometido en el país.
Sigue sin conocerse con exactitud cómo los israelíes pudieron confirmar con una segunda fuente la identidad de Eichmann en Argentina para decidirse a secuestrarlo. La información que ya obraban en manos de la BND y la CIA revelaba que Klement no era ningún fantasma y pudieron obtenerla de alguno de los exiliados alemanes del circulo de Buenos Aires. A fin de cuentas era un secreto a voces para la pequeña comunidad de la inteligencia, que en Alemania, salvo excepciones como la de Fritz Bauer, no quisieron escuchar

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