Mario Rivadulla
El “estado fallido” de Haití ha caído más
abajo en su crisis institucional. La
salida del presidente-rockero Michel Martelly sin que se hayan podido celebrar
las elecciones de segunda vuelta, crea un vacío de poder en lo que en
definitiva, ha sido un simulacro de democracia gobernando una ficción de país.
La situación por la que atraviesa el
territorio vecino no es solo motivo de preocupación para la ONU, la OEA y los
Estados Unidos que siempre han jugado un papel muy incidente en la problemática
haitiana.
Días atrás hicimos un comentario en que
afirmamos que Haití es también problema nuestro. Algún que otro internauta reaccionó airado, calificándonos de pro-haitiano y acusándonos casi de alta traición. Obviamente confundieron los términos y el
sentido de nuestro trabajo, entendiendo
de manera errada que estábamos proponiendo cargar con las dificultades y
problemas de Haití.
Nada más lejos de nuestro ánimo y
propósito. Ni dijimos entonces ni ahora que Haití sea responsabilidad nuestra, sino que es problema nuestro, lo cual es bien
distinto. Lo es y lo sigue siendo por la
sencilla razón de que tan a menudo conflictiva vecindad a que estamos
obligados, nos impone que cuanto ocurra de su lado, de una o de otra forma repercute aquí. Y generalmente no es para nuestro bienestar.
Ahora mismo, con la agudización de la
crisis política haitiana, ha sido necesario reforzar la presencia militar en la
frontera. Y pese a que se alega haber
incrementado el sellaje de la misma, parecen tener mucha veracidad las
versiones de que se ha producido una fuerte estampida, tanto de legales como de
ilegales, hacia este lado de la isla.
Otro aspecto a tomar en consideración es
el intercambio comercial con Haití. A despecho
de todas las diferencias y tensiones tan frecuentes en las relaciones con
Haití, sigue siendo nuestro segundo principal mercado de
exportación después de los Estados Unidos,
con un intercambio comercial que en el 2014 alcanzó a casi mil
quinientos millones de dólares, sin contar el intenso contrabando y que el
pasado año acusó una baja de alrededor de cuatrocientos millones debido a las
vedas impuestas a los productos dominicanos.
Ahora, con motivo de la crisis política
que padece, el calificado economista Ernesto Selman, advierte que en la
planificación de nuestro comercio exterior para el presente año, tendremos
necesariamente que obviar la participación del mercado haitiano en el corto y
mediano plazo, entendiendo que sus problemas internos son de tal magnitud que
prevalecerán sobre sus relaciones con otros países. Esto puede representar una baja muy
significativa en nuestra exportaciones al mercado vecino que siempre ha
arrojado una balanza altamente favorable para República Dominicana.
Son solo dos aspectos de una situación
mucho más compleja y que comprende varios otros de bastante amplitud, por lo que quiérase que no, Haití termina siendo un
problema también nuestro por las evidentes repercusiones que para la
República Dominicana tiene todo lo que suceda en el territorio vecino. Y lo que está ocurriendo ahora mismo, solo
tiene un posible calificativo: más que
peor.
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