Los dictadores nunca aceptan, honestamente, valientemente, su condición dictatorial


Gustavo Luis Carrera  
Quien se esconde detrás de la dictadura enmascarada es el dictador. Personaje marginal, que siempre termina por ser marginado por sus oprimidos, desconocido por sus secuaces y ominosamente ubicado en la historia. Pero, mientras le llega la hora de su estruendosa caída, se vanagloria de su poder omnímodo, persigue, encarcela, exila, aniquila y fusila con calumnias públicas  o con balas en paredones.
PANOPLIA DE NOMBRES. Quizás ninguna denominación  arquetípica tenga tantos sinónimos o correspondientes designativos como la de dictador:
Autócrata       Déspota
Monarca         Sátrapa
Mandón          Absolutista
Tirano             Jerarca
Cacique           Rey
Emperador      Mandarín
Jeque              Califa
Ayatolá           Soberano
Abusón           Opresor
Comandante  Subyugador
Vale decir: de todo, menos Presidente.
De su parte, las definiciones son contundentes: DICTADOR: 1.- Gobernante que, invocando el interés público, ejerce su poder fuera de las leyes constitutivas de un país. 2.- Quien ejerce el poder de modo absoluto, arbitrario, no sujeto a las leyes. 3. El que concentra en sus manos todos los poderes públicos. Y aún hay más, en textos de mayor antigüedad: Amo o Señor que domina despóticamente a sus siervos y vasallos.
EL DICTADOR ESCONDE SU CATADURA. Su condición se corresponde con la naturaleza de su gobierno: la DICTADURA. Por ende, es un autócrata, es un tirano, es un déspota, es un opresor, es un Jefe o Comandante Supremo. Y siempre está a las puertas de  ser un mandón persecutor, un sátrapa asesino. Ese es el decurso inevitable que marca el proceso y el destino de todo régimen dictatorial. En la actualidad, el dictador se hace llamar Jefe de Estado, cuando el Estado no existe como tal, ya que todo se ordena según su voluntad personal; o Primer Ministro, donde no hay Parlamento que pueda llamarse así; o en el colmo del delirio, Presidente, sin que se trate de una República, ya que no se hacen elecciones o se cumplen en grosera manipulación, y no se respeta la autonomía de los Poderes Públicos, base sustancial de un sistema republicano. El dictador pretende ser el jefe eterno, enmascarado.
VÁLVULA: “Los dictadores nunca aceptan, honestamente, valientemente, su condición dictatorial. Todos se esconden detrás de la máscara ridícula de Presidente. Quieren ejercer el poder absoluto del dictador; pero, sin aceptar la denominación que en propiedad les pertenece. Y justamente hacen esto porque ni son honestos, ni son valientes. Por ello se disfrazan de presidentes”.