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sábado, 1 de noviembre de 2014

Por un nuevo basta ya.

Por Manuel Matos Moquete
Releo el periódico Unión Cívica Nacional, y recuerdo momentos inolvidables de la historia reciente de nuestro país, que algunos privilegiados por la edad y por la participación activa en la política vivimos entre 1961 y 1963, y hoy podemos contar. Viajo y vuelo atraído por los ecos de la consigna ¡Basta ya!
De Argentina nos llegó el ¡Basta! del escritor Eduardo Mallea en su obra La Bahía del Silencio, grito de indignación que circuló en América en los años cuarenta: “¡Basta! Vamos a usar esta palabra. La vamos a blandir. La vamos a tener en la boca. La vamos a tener en la mano. La vamos a tener en la conciencia. La vamos a tener en el intelecto. La vamos a tener en el corazón. La vamos a tener incluso en la corriente de nuestro sueño, que tendrá por característica el ser sueño de unos hombres a quienes importa llenar el insomnio con algún adelanto para los otros, para los que no pueden dormir -mereciéndolo- a causa de una o de otra injusticia. Vamos a llevar esta palabra adentro. La vamos a sacar siempre que haga falta. La vamos a tener limpia y lista como la espada de acero que vela el rápido reposo del militar. La vamos a cuidar como cosa sacra. Como cosa que no se va a malemplear. Como cosa que merece fe, que merece sacrificio, que merece una dedicación no verbal. La vamos tener como la salud de nuestro cuerpo, pero no la salud a cubierto, sino la salud arriesgada y a la intemperie.”
El ¡Basta! de Mallea fue retomado en 1961 en República Dominicana bajo la forma del ¡Basta Ya! de la Unión Cívica Nacional y Viriato Fiallo, marca principal de ese líder y quizás de toda una época.
Una consigna es una palabra-acción que convoca y moviliza en torno a un propósito. Más que un concepto, expresa una intención. No apela a la comprensión sino a la adhesión mediante la emoción. Es altamente referencial, tiene el contexto del momento y la oportunidad (es una expresión oportunista) como aliados y sustentos principales.
En su época ¡Basta ya! fue una consigna potente. Me atrevo a afirmar que en los meses posteriores a la muerte de Trujillo fue la consigna que convocó a la mayoría del pueblo dominicano en torno a las acciones en contra de los remanentes del régimen trujillista. Identificó a la Unión Cívica Nacional y a su líder Viriato Fiallo.
Todavía en mis oídos retumban las voces que en los mítines de Unión Cívica Nacional la multitud indignada reclamaba libertad y democracia bajo la consigna ¡Basta ya!, con la que el presidente de esa organización, Viriato Fiallo, concluía sus alocuciones como un llamado cívico y patriótico perentorio.
Esa consigna se escuchó y llenó los espacios de las denuncias y de la esperanza libertaria y democrática por primera en la Puerta del Conde, luego en Santiago, en la Universidad de Santo Domingo y después, en todos los rincones del país.
El primer número del periódico Unión Cívica Nacional destaca el ¡Basta ya! en su primera plana, título de una carta firmada por Viriato Fiallo y los demás dirigentes de Unión cívica Nacional en la que se le solicita a Joaquín Balaguer, Presidente de la República, excluir de los mandos militares a “individuos cuyos antecedentes y actuaciones producen un sentimiento de justificado temor en la población…”
Entre esos militares denunciados como pilares del trujillismo, y que todavía permanecían en sus cargos estaban: General José María Alcántara, General Atilano López, General Cesar A. Oliva Coronel Cándido Torres Tejeda y Coronel Horacio Frías.
La historia es del vencedor. Solo importa quien triunfa, quien se impone, aunque sea ideológicamente. En ese sentido, existe un sesgo en la historia dominicana posterior a Trujillo que hace que de aquellos meses solo se recuerden y reivindiquen algunos personajes: Bosch, Balaguer, Bonnelly y Tavárez Justo.
Viriato Fiallo debe figurar entre esos nombres. Fue un pionero de nuestra democracia. Su nombre, su sacrificio y sus ideas constituyen un fuerte legado, un legado ejemplar, que mucho se necesita para dotar a esa democracia de un fuerte soporte moral, que tanta falta le hace.
¿Quién era Viriato Fiallo? Aquí he de apoyarme en el investigador Alejandro Paulino Ramos, destacando algunos datos de su extensa semblanza de ese personaje:
Médico Cirujano en la Universidad de Santo Domingo, 1922. Ejerce la Medicina y dicta conferencias médicas y filosóficas, 1934-1946. Visita la isla de Cuba y entra en contacto con el exilio antitrujillista, 1946. Encarcelado en la Fortaleza Ozama, 1946. Junto a toda su familia se asila en la Misión diplomática de Colombia, 1947.Encarcelado en la Cárcel Pública de San Cristóbal acusado del delito de oposición al régimen de Trujillo, 1951. Recluido en la cárcel de San Cristóbal por el mismo delito de oposición al régimen, 1952. Al finalizar la tiranía, fundó la sociedad patriótica Unión Cívica Nacional, UCN, 1961. Participa como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 1962. Fue derrotado por Juan Bosch.
El periódico Unión Cívica Nacional, vocero de la agrupación del mismo nombre, fundado en agosto de 1961 es un valioso documento que muestra y enseña cómo en torno al proyecto patriótico de esa organización se nuclearon dominicanos y dominicanas de diversas sensibilidades con el solo propósito de abrir camino hacia la democracia, desafiando de manera radical al gobierno de Balaguer y a los remanentes del régimen de Trujillo que todavía detentaban el poder.
Hoy, revisando un ejemplar original de ese periódico, en mis manos por cortesía del historiador Antinoe Fiallo Billini, me llena de simpatía y de seguridad en los conceptos que acabo de emitir, el saber que en su producción figuran los nombres de intachables comunicadores que hoy, cincuenta años después, son ejemplos de honestidad y vocación de servicio.
Las páginas de ese periódico son una lección de verticalidad en la defensa de los principios democráticos y de la moralidad pública. Los editoriales son ejemplos de conceptualización ética y ciudadana. Hoy, contextualizándolos, deberían ser recogidos y difundidos en los planteles escolares.
El periódico no era un espacio solo para los “cívicos”. Las denuncias, principalmente de atropellos, por parte de los trujillistas, tenían cabida sin importar los horizontes ideológicos. No había iniciativa orientada hacia la apertura democrática que ahí no encontrara eco: los abogados, los médicos, los universitarios y los simples ciudadanos ahí inscribían sus protestas y sus proyectos de organización incipiente.
Al recordar los meses posteriores al ajusticiamiento de Trujillo no pretendo levantar del nicho definitivamente sellado por la historia dominicana a algunas glorias derrotadas que llenaron de esplendor aquellos momentos difíciles del inicio de nuestra democracia. Tampoco vomitar mi nostalgia herida, porque muchas cosas hermosas se quedaron en el camino cuando debieron permanecer y acompañarnos hasta estos no previsibles episodios de esta democracia de hoy, mediocre y escamoteada a la historia y a la sociedad dominicana.
Lo que no entiendo es cómo en la bifurcación política de los años 1961 y 1962, en las opciones que ofrecían los dos líderes y organizaciones más importantes, Viriato Fiallo y la Unión Cívica Nacional y Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano, solamente Bosch quedó en nuestro horizonte como una realidad viva y en ascenso, mientras que Viriato Fiallo fue sepultado y borrado de la memoria histórica como si nunca hubiera existido. La sociedad dominicana está en deuda con Viriato Fiallo.
Nadie promovió las reivindicaciones de libertad, derechos humanos y democracia como el líder de la Unión Cívica Nacional en los primeros meses de la lucha antitrujillista, es decir, del 30 de mayo hasta la célebre Navidad con Libertad de ese año, consigna liderada por esa agrupación, que dio lugar a la salida de Balaguer al exilio. Ni siquiera los partidos de izquierda, 14 de Junio, MPD y PSP, cuyo impacto era mínimo.
Bosch estaba en un asunto más político que ideológico .Buscando capital el electoral que finalmente logró el 20 de diciembre de 1962,había lanzado su consigna de borrón y cuenta nueva, que le ha hecho tanto daño a este país, antes y ahora, destrujillizando el dilema político del momento que debió cumplirse a cabalidad. Sobre todo, dándole un contenido clasista extemporáneo a nuestra sociedad, en base a las políticamente atinadas imágenes expresadas en la separación entre tutumpotes e hijos de Machepa.
A más de cincuenta años de aquellos acontecimientos, y en vista del descalabro de la democracia boschista, balaguerista y peñagomista, que es la que reclaman los líderes actuales como gran legado de nuestra historia reciente, es necesario tomar un poco del legado de Viriato Fiallo y conciliarlo con el legado de Juan Bosch. Si fuese posible reescribir la historia, lo más saludable para esta democracia liberal que llegó hasta hoy tan contaminada de las más sombrías herencias conservadoras, hubiera sido imprimirle la impronta de esos dos líderes. Así quizás, nos hubiésemos economizado el pesado lastre que representa Joaquín Balaguer. Finalmente, la oligarquía representada por Viriato Fiallo debió ser menos nociva para nuestra sociedad que la representada por Balaguer.
Comoquiera, nos haría bien otro grito de pudor y libertad como el ¡Basta! de Mallea y el ¡Basta ya! de Viriato Fiallo. Así, quizás, podríamos barrer tantas indignidades que colman y destruyen la vida en nuestro país y las aspiraciones de la ciudadanía una mejor democracia.
La corrupción galopante, el nepotismo, la inequidad social en aumento, la ausencia de derechos sociales de calidad (educación, salud, trabajo, la seguridad social y ciudadana, trabajo, etc.), el rebajamiento de nuestra nacionalidad por la entrega complaciente al poder político y económico de las potencias internacionales y el conformismo que a todos nos envuelve, están a la espera de un nuevo ¡BASTA YA!

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