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sábado, 19 de julio de 2014

La Era de los Arquitectos-Ingenieros


    Por José del Castillo.
La Era de Trujillo bien podría denominarse con propiedad la de los arquitectos/ingenieros, si nos atenemos al impulso vigoroso que tuvieron las edificaciones públicas, las residencias periféricas al viejo casco urbano de Santo Domingo y las construcciones comerciales en las principales vías. El ciclón de San Zenón, que golpeó con su furia la ciudad en 1930, arrasó las viviendas de madera techadas de zinc, cuyas planchas se convirtieron en filosos proyectiles que causaron más de una víctima. La tarea de la reconstrucción impuso el empleo de materiales y técnicas modernas que garantizaran mayor durabilidad de la inversión en la planta física y la adecuada protección a la población ante fenómenos recurrentes en estos trópicos vulnerables. El block, el cemento, el concreto armado, las estructuras metálicas, multiplicaron su presencia en el nuevo paisaje urbano que surgiría de los escombros.
Una nueva generación de talentosos arquitectos/ingenieros formados en universidades europeas y norteamericanas o fraguados en Santo Domingo, tendría campo abierto para plantear sus proyectos y hacerlos realidad. De repente, buena parte de la ciudad se les presentaba como una suerte de masilla a moldear bajo los cánones de una estética influida por corrientes vanguardistas. No en balde algunos viajaron a Miami y a Los Ángeles para conocer in situ estas tendencias y replicarlas localmente. José Antonio Caro Álvarez, egresado de París, los hermanos Guillermo y Alfredo González, alineados con la vanguardia arquitectónica norteamericana, Mario Lluberes, entrenado localmente, Leo y Marcial Pou Ricart, Humberto Ruíz Castillo, Henry Gazón, Alexis Licairac, Ernesto Paradas, Octavio Pérez Garrido, José Fernández, Bebecito Martínez, entre otros, asumirían el liderazgo. A ellos se sumarían el italiano Guido D'Alessandro, el ya fundamental Benigno Trueba (Edificios Baquero y Diez en El Conde a finales de los 20) y republicanos españoles llegados en los 40, como Tomás Auñón y Joaquín Ortiz.
Una obra magistral y ciclópea, realizada rigurosa y pacientemente por el ingeniero Enrique Penson Paulus (Arquitectura Dominicana, 1906-1950), permite estudiar al detalle este fascinante proceso durante la Era de Trujillo en sus primeros 20 años y en las décadas precedentes. Ya en 1930 aparece el Arq. Chas H. Miller involucrado en la reparación de la Casa de España en la Padre Billini (CODIA), quien más tarde levantaría la Iglesia Episcopal de la Ave Independencia. Igual Pérez Garrido en un Estadio de Boxeo en la Meriño. Ese año se aprueban los planos para la reconstrucción de la residencia de Marcos Polanco frente al Parque Independencia y al siguiente Caro proyecta la Farmacia Caridad.
 
Hasta mediados de los 40, Caro se multiplicaría edificándole a R. Navarro en la Espaillat, a Abigail Coiscou en el Reparto Independencia. Construiría los edificios sitos en Duarte con Londres, en Nouel con Espaillat de Francisco Pérez P., en la J.G. García del Dr. Francisco Benzo. En la Nouel con Palo Hincado el de Paliza (donde estuvo el supermercado Casa Pérez) y en Meriño con Mella el de Lucas Guerra. También el Edificio Ramos de la Opera de Caballeros, en El Conde y Duarte, y el de Fermín Fernández en la Mella. Las residencias de Miguel Ruíz en la Santomé, Lic. Rafael Castro Rivera en la Meriño, Dr. Brea Messina en la Uruguay, Flor de Oro Trujillo de Brea. La de Caro-Álvarez en Bolívar y Pasteur, Jesús del Castillo (mi tío y su concuñado), 30 de Marzo y Benigno del Castillo. Asimismo, las del coronel Frank Félix Miranda en la Bolívar, el Lic. Virgilio Díaz Ordóñez en la Pasteur, el chalet de su padre Francisco Caro en la Dr. Báez, y el de Fernando Ricart en la César N. Penson. La mansión de Paquito Martínez Alba que hoy ocupa como residencia para su embajador la legación de España. La de R. Ricardo Mejía, en Santiago casi con Pasteur, la de R. E. Noboa, Independencia casi Pasteur, y la de Julián Barceló.
Este ingeniero-arquitecto, culto, dinámico y afectuoso, apenas empezaba. Realizaría los proyectos de los cines Apolo de la Mella y Olimpia en la Palo Hincado, propiedad de Marcos A. Gómez, el Colón de Santiago y el del Ejército Nacional en la Pellerano Castro y Las Damas. La Iglesia de Boca Chica auspiciada por don Juan Bta. Vicini Perdomo, al igual que las casas de éste en torno al parque y otras construcciones del que fuera poblado balneario por excelencia de los capitaleños. El Ayuntamiento de La Romana, junto a Pou Ricart, con quien trabajaría en el edificio de Fermín Fernández (Casa Plavime). El Edificio Rodríguez (El Palacio) en El Conde, así como la Casa de Puerto Rico en La Romana.
Con los hermanos González y Bebecito Martínez, el Hipódromo, cuarteto que repetiría en el Santiago Tennis Club. En su haber, Caro agregaría la sede (vieja) del Banco Central, las facultades de Medicina y de Ingeniería y Arquitectura de la Ciudad Universitaria, el Pabellón de España de la Feria de la Paz (Colegio Loyola), la Maternidad Julia Molina (Altagracia) y el Hospital Infantil Angelita (Dr. Robert Reid), el Museo del Hombre y la Biblioteca Nacional en la Plaza de la Cultura, un proyecto promovido por él ante Balaguer, el presidente urbanista.
Los hermanos Guillermo y Alfredo González, aunados o individualmente, diseñarían y ejecutarían un conjunto de obras que marcaron con su sello el glamur de una ciudad que despertaba hacia la modernidad. Alfredo figura en la concepción y realización de la hermosa residencia de Miguel A. Guerrero P. en la Danae , abuelo materno de Miguel Cocco. En la suya propia en la Bolívar, en otra en Fundación para RLTM, la del Dr. Viriato Fiallo en la Padre Billini y el Lic. Federico C. Alvarez en Pasteur con Lea de Castro. En el edificio de apartamentos de 6 plantas de Pasteur con Casimiro de Moya. En la remodelación de las casas de Freites Hermanos y Amadeo Barletta, en la Dr. Delgado. En el Palacio Municipal de Barahona y el Obelisco de Ciudad Trujillo. Junto a su hermano Guillermo, laboró en la erección de las residencias de José Ma. Bonetti Burgos, Paíno Pichardo en Independencia, Consuelo Vda. Ricart, y Ernesto Mathis. Asimismo en el moderno Edificio de Anselmo Copello en El Conde, de estética funcionalista impecable, inaugurado en 1939.
 
De Guillermo González, es el Parque Infantil Ramfis, una de las realizaciones más funcionales y simbólicas del Malecón, el no menos emblemático Hotel Nacional (renombrado Jaragua) y los chalets anexos. El edificio de apartamentos en la George Washington con Pasteur conocido como Jaragüita, de su propiedad. Los hoteles Hamaca, Montaña, Hispaniola, el Casino de Güibia, el ya referido Hipódromo, la Cervecería Nacional y el Cuartel de los Bomberos. El Centro Social Obrero, el Archivo General de la Nación. La conceptualización de la Feria de la Paz (Centro de los Héroes) y el diseño de algunas de sus unidades, entre las que sobresale el Ayuntamiento del DN. Figuran casas solariegas como la de doña Amelia Cabral Vda. Vicini, la de Federico Schad y otras tantas que sembraron de elegancia y funcionalidad el pulmón vegetal y marino de nuestra urbe.
Mario Lluberes Abreu -sancarleño por todos los costados, padre de Marito, Camilo y Alma- laboró como el que más para hermosear la ciudad que creció junto a él con el siglo y para hacer más llevadera la vida en este trópico pegajoso con soluciones arquitectónicas prácticas, tomando a Gascue como escenario privilegiado. El inventario de su obra es sencillamente fabuloso. En el plano residencial, incluye a Jesús Ma. Troncoso S. en La Primavera, Manolo Alfaro Reyes y Andrés Alba en la Pasteur, así como al Coronel Ml. E. Castillo. A José Borrás en Arz. Meriño, Martín de Moya en la Rodríguez Objío, Trifón Munné en calle San Francisco de Macorís, Rafael Heredia y Lic. Pelayo Cuesta en Ave. Independencia. En ésta con Pasteur, el palacete del Lic. Porfirio Herrera. A Julieta Trujillo de Saviñón, en Padre Billini con Isabel la Católica y a Virgilio Trujillo Molina en César N. Penson y Rosa Duarte. También a Luis O. Castillo, Bolívar (Funeraria La Altagracia) y a Santiago Michelena en la misma vía.
Este incansable profesional realizó la obra residencial de Cristina Roques de Despradel en la Rosa Duarte (madre de Carlos, Fidelio y Canki), la de Ricardo Ricart Lluberes en la Bolívar (Cuerpo de Paz), la del Teniente Coronel Fausto Caamaño en Galván con México, la de Enrique Marion-Landais y la de Diógenes del Orbe en La Vega. Reconstruyó la morada del Receptor General de Aduanas. Levantó el Colegio Sagrado Corazón en Santiago, el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva y reformó la fachada del edificio de César Iglesias en la Mella que ocuparía el diario La Nación.
Otros profesionales de la arquitectura y la ingeniería, urbanistas de amplia mira que serán reseñados, contribuyeron poderosamente a perfilar nuestra identidad como ciudad. Hoy en fase acelerada de dilución por la voracidad, la ignorancia de los mandarines y la molicie perniciosa de los letrados. Fenómeno combatido con su adarga por un arquitecto enamorado de esta urbe, ido cuando más crecía su voz. Emilio José Brea, un amigo querido, a quien dedico hoy esta columna, como una lágrima de pena que se suma a la de otros suyos.
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